Juan Villoro / El canto del pájaro

AutorJuan Villoro

La tecnología se relaciona de modo asombroso con la naturaleza. Uno de los efectos secundarios de la temporada de lluvias es que los celulares se mojan más de la cuenta. El remedio más socorrido consiste en meterlos en una bolsa de arroz. Cuando me enteré de eso, no pensé en una doméstica sabiduría para lidiar con la física del mundo, sino en una ofrenda de santería.

Si se moja mi celular, no lo meteré en una bolsa de arroz sino de alpiste. Explicaré las razones. Ingresé tardíamente al mundo de quienes tienen el beneficio de ser localizados a todas horas. Para entonces, mis amigos ya habían escogido tonos para ser identificados de acuerdo a su personalidad. El incorregible Antonio eligió el himno del América; el nostálgico Chacho, el antiguo timbre de los teléfonos fijos, y el vernáculo Roberto, el lema más escuchado en la Ciudad de México: "Tamales, oaxaqueños, calientitos...".

Acepté la canción con que llegó el aparato sin pensar que expresaba algo de mí mismo. Como en tantas ocasiones, Chacho advirtió un nuevo defecto en mi carácter: "¿Te gusta eso?", preguntó, y luego me vio como si yo estuviera vestido para cantar en una estudiantina. Le expliqué que la música había llegado por su cuenta a mi existencia. "¿No elegiste el ringtone?", esta segunda interrogante sonó como si yo estuviera negando la paternidad de mi hija.

Entendí que había caído en una región indescriptible del trato social, una zona de antimateria. El teléfono me representaba falsamente. Lo confirmé cuando me elogió Ingrid, especialista en contracultura. Le sorprendió que alguien como yo se atreviera a tener esa canción. Le pregunté si le gustaba la pieza. "Apesta, pero está chido que la uses", fue la inquietante respuesta. Saqué la siguiente conclusión: a Ingrid le hubiera parecido normal que alguien como yo tuviera el Angelus en su teléfono; la canción que me identificaba era espantosa pero revelaba tolerancia ante los desastres de la modernidad.

Juro que la presión social no tuvo nada que ver en mi decisión de buscar un sonido capaz de representarme en el mundo digital. Simplemente me harté de hablar de una canción horrenda.

Esto coincidió con la llegada de un nuevo pájaro al jardín de mi casa. Un solista se destacó en el armónico...

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