Juan Villoro / La cama de Le Corbusier

AutorJuan Villoro

Con excesiva frecuencia, los homenajes semejan funerales de cuerpo presente. El protagonista escucha el torrente de elogios y difícilmente se sustrae a la extrañeza de haberse convertido en Figura, icono o leyenda, es decir, en una simplificada forma del malentendido.

Rara vez se mencionan los sinsabores, las irritaciones, las imposibilidades que sirvieron de soterrado estímulo al logro que ahora se festeja, entre otras cosas, porque pocos conocen las áreas de sombra que sustentan la parte visible y encomiable de la obra.

Por ventura, fui testigo de un homenaje que escapó a los rituales del género. El convulso 10 de junio, día de tráfico y manifestaciones, El Colegio Nacional celebró los sorprendentes noventa años de Teodoro González de León con dos mesas redondas. Escuché a tres arquitectos, Felipe Leal, Jorge Gamboa de Buen y Miquel Adriˆ, hacer un elogio técnico de su colega. Leal se ocupó de las texturas porosas que dan paradójica ligereza a los grandes bloques edificados por González de León, Gamboa de Buen de su diseño de complejas estructuras en edificios elevados y Adriˆ de su relación con Le Corbusier y la forma en que entiende el trazo urbano de Nueva York. Aunque no fueron ajenas al afecto, estas exposiciones estuvieron guiadas por un rigor analítico próximo al dictamen. El homenajeado no era visto como alguien cuyas fatigas sucedieron en el espacio platónico de la perfección, sino como alguien que vive en estado de proyecto. En la plenitud de su oficio, se enteraba de impecables argumentos para que le asignaran una obra.

Estas reflexiones provocaron que Teodoro hablara no de sí mismo, sino de otros arquitectos. Con la tensión eléctrica que anima su discurso, se refirió a dos figuras esenciales. La primera de ellas Le Corbusier, con quien estudió en un París de la posguerra en el que no había coches.

El homenaje cambió de protagonista. González de León hizo una detallada "composición de lugar" del estudio donde había cajones con "familias de formas", recordó en qué punto exacto se colocaba el maestro y cómo miraba el mundo. Luego habló de su vivienda y se detuvo en un detalle que llamó "incómodo y espléndido": la cama de Le Corbusier, apoyada en una base no muy ancha y bastante alta. No era fácil subir...

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