Juan Villoro / Buenas razones

AutorJuan Villoro

Hace algún tiempo recibí un correo electrónico de un periodista que llamaré Felipe. Escribe para medios de Sudamérica; es un colega jovial, muy enterado de la literatura mexicana. Me simpatizó que fuera hincha de San Lorenzo de Almagro y citara una frase de Mafalda: "¿Por qué justo a mí tenía que tocarme ser yo?". Como vive en el Estado de Veracruz, sugirió que dialogáramos por Internet. Así surgió un trato lleno de complicidades y giros afectuosos que él remataba diciéndome "che Juan" o "pibe chilango".

A los pocos meses fue al DF y nos conocimos personalmente. "Quihúbole", dijo, con inconfundible acento mexicano. "¿No eras argentino?", pregunté, como si la nacionalidad tuviera fecha de caducidad. Me explicó que había vivido en el Río de la Plata y amaba a Borges y Cortázar, razones de peso para asumir una personalidad literaria argentina.

Me sentí profundamente decepcionado.

Con el tiempo cambié de opinión. Lo extraño no era que un periodista posara como argentino, sino que eso me afectara. Se trataba de algo perfectamente válido. ¿Quién no ha querido ser otro? La frase de Mafalda había sido una clara advertencia al respecto. Revisé nuestro diálogo y no advertí ningún giro coloquial porteño. Mi amigo (para entonces ya lo veía así) reservaba los localismos para su correspondencia privada, en la que hacía "planteos", "adhería a la izquierda" y "bancaba frustraciones". Al cabo de unos días creí llegar al meollo del asunto: mi desilusión no se debía a que él fuera mexicano, sino a que me entusiasmaba tener un corresponsal argentino. ¿Por qué? ¿Qué beneficio había en que esas palabras fueran escritas por alguien llegado de lejos? ¿Se trataba de una pedantería de mi parte, el deseo de tener un trato internacional? Llegué a una conclusión que me tranquilizó por unos días: la autoridad de la voz aumenta con el desplazamiento. Si un explorador llegado de Mongolia dice un lugar común, lo oímos con atención. En cambio, descartamos la genialidad del vecino al que vemos sacar la basura en pantuflas. Lo importante está lejos (de lo contrario, nosotros seríamos importantes).

Confirmé esto hace unas semanas, en una reunión a la que Rocío llegó tardísimo. El dato del retraso es importante: Tere ya llevaba cuatro copas cuando le presenté a la amiga que venía quejándose del Circuito Interior.

Al igual que Felipe, Tere ha sentido la irresistible atracción de los argentinos. Durante unos años estuvo casada con un sociólogo de Buenos Aires y perfeccionó en esa...

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