Juan Villoro / El bochorno global

AutorJuan Villoro

Habitamos un planeta peculiar donde la gente se avergüenza si sueña que va desnuda al colegio, pero disfruta si una celebridad hace el ridículo en televisión. El pudor de nuestras noches es el morbo del día siguiente.

Durante varios años Britney Spears contribuyó al calentamiento global con videos y coreografías de elevada temperatura. Sin llegar a los escarceos del soft porno, logró que su ombligo fuera esencial a su personalidad y demostró la atracción elemental que el pelo rubio, los pantalones de cuero y los movimientos de cadera ejercen ante organismos provistos de bilirrubina. Un canción resumió su lema existencial: "¡Ups, lo hice de nuevo!". Equivocarse es sexy.

En la reciente entrega de los premios MTV, Britney pasó del descaro al martirologio, protagonizando el caso más comentado del bochorno global.

Después de cortejar el fuego, la Reina del Pop se provocó quemaduras de tercer grado. Su historia evidencia los trágicos imperativos de la cultura de masas. ¿Qué se espera de los ídolos? ¿Que triunfen sin tregua o que se derrumben en forma espectacular?

Un guión típico en la fabricación de celebridades estadounidenses: un desconocido del que no se esperaba nada toma por asalto los escenarios y llega a la cima del cariño colectivo; actúa como monarca caprichoso hasta que se derrumba en una borrasca de drogas, infructuosas clínicas de rehabilitación, amores fallidos y tatuajes muy extraños. Para que el guión mejore, hace falta otro episodio: el comeback, el regreso contra todos los pronósticos.

"No hay segundos actos en la historia americana", escribió Francis Scott Fitzgerald, aludiendo a la dificultad de recuperarse ante una opinión pública que es permisiva en la victoria e inclemente en la derrota.

Las estrellas del espectáculo viven en estado de irrealidad hasta que estallan como supernovas. Cuando un rostro cubre un edificio para anunciar un disco o una película es difícil que siga siendo normal. La fama es una desmesura. ¿Qué espera la sociedad del espectáculo de sus favoritos?

Por principio de cuentas, el ídolo pop debe ser diferente. Surgido del barro común, dispone de un atributo esencial: una quijada, un ritmo, unos ojos, una voz, un cuerpo que lo separa de los otros. Su carisma no depende de los rigores del arte sino de la forma en que conecta con la multitud (en todas partes hay ídolos raros).

Una vez instalado en las preferencias de la gente, el elegido se singulariza a través de su estilo de vida. Compra sillones forrados...

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