Juan Villoro / Avándaro como idea

AutorJuan Villoro

Se cumplen cincuenta años del festival de Avándaro, que dividió a mi generación entre quienes tuvieron la suerte de disfrutar de maravillosas incomodidades en nombre del rock y quienes no llegamos a la tierra prometida y mitigamos nuestra envidia pensando que pronto habría un festival mejor. Y nos quedamos esperando...

En 1971 yo tenía catorce años, edad dramática en la que se conciben ideas propias que dependen de la voluntad ajena. Mi padre salió del país después del movimiento del 68. Había pertenecido a la Coalición de Maestros y varios de sus amigos estaban en la cárcel de Lecumberri. Al cabo de un año, regresó con pocos ánimos de que su hijo participara en gestas colectivas y menos en una que no parecía destinada a cambiar las condiciones sociales de producción, sino a fundir miles de almas en una nube de mariguana con forma de amiba. Total: se negó a darme dinero para ir a Valle de Bravo con la misma contundencia con que se negó a comprarme una guitarra eléctrica.

La verdad, actuó como debía. Era absurdo que un menor de edad viajara por su cuenta a un acto incierto que pretendía combinar el rock con una carrera de coches. Esto último era curioso. Tal vez los organizadores quisieron neutralizar un impacto rebelde al anunciar al rock como parte de una competencia automovilística. México no estaba para novedades (en 1969, la presentación del musical Hair en Acapulco provocó que la jurisprudencia se interesara en la peluquería; en sesiones inolvidables, se discutió una ley para prohibir melenas). La psicodelia, que ganaba prestigio en otras partes del mundo, se suavizaba al llegar a un país de partido único. El principal santuario musical de entonces era la Pista de Hielo Insurgentes, donde Los Dug Dug's y otros grupos eran presentados como la inofensiva pista sonora de los patinadores. Poco a poco, el mercado asimila lo que se le opone y una popular cadena de tiendas llegaría a vender "Los zapatos más popis a los precios más jipis".

En un país donde los colados siempre tienen más argumentos que los invitados, resulta imposible resumir las causas para ir a un concierto masivo, desde el anhelo de ligue y reventón hasta la búsqueda de una desconocida hermandad, en sintonía con mensajes cósmicos. Si Avándaro fue significativo como hecho, lo fue más como Idea. Uno de sus principales...

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