Juan Pedro Oriol/ Sonrisa de Dios

AutorJuan Pedro Oriol

Miradas de luz. Manos abiertas. Un empuje imparable. Decididos a todo. No tienen ningún miedo a lo que puede llegar detrás de la curva del futuro. Han renunciado a esas cosas que tanto atraen en la vida y ahora encuentran la vida más atractiva que nunca. Contagian su alegría. Han dejado todo y no les falta nada. Han decidido entregarse para amar.

Cuando los veo, recuerdo la coplilla de Antonio Machado en la que canta a un marinero que hizo un jardín junto al mar. Y se metió a jardinero. Estaba el jardín en flor y, justo entonces, el jardinero se fue por esos mares de Dios...

Estos muchachos se están entregando a Dios cuando el jardín de sus vidas está en plena flor, cuando se abre ante ellos el horizonte infinito de sus sueños e ilusiones, cuando sus cuerpos están fuertes y jóvenes, cuando sus almas arden en amor y en ganas de amar y de ser amados.

Todos son rompedores de moldes, pero cada uno tiene su propia aventura. Como la tuvieron aquellos 12 primeros amigos de Jesús. Y cada aventura es la más original y sincera.

Han llegado de diferentes partes y con pasados diversos. Hoy son hermanos. Y porque son hermanos, no hay mejores o peores entre ellos. Cada uno es el mejor y ninguno es el peor. Y nos recuerdan que el hermano que se compara no sabe ver el lado bueno de sus hermanos ni sabe lo que es fraternidad.

No les preocupan las disputas de los filósofos y teólogos. Les preocupa servir. No quieren limitarse a opinar sobre la situación de la Iglesia y del mundo actual. Lo que quieren es entregarse humilde y confiadamente para poder ser "luz del mundo y sal de la tierra". No se dejan enredar en la maraña de versiones que están de moda y que circulan sobre el sacerdocio. Para ellos, ser sacerdote es ser otro Cristo. Y saben que sólo pueden llegar a serlo si se dan del todo y a todos.

En cada uno se está dando un cambio. Y los cambios en la vida, cuando son para bien, siempre cuestan. Y mucho más de lo que parece. Las lágrimas son necesarias. También las gotas de sudor y de sangre. Son esas perlas preciosas que brillarán para siempre en la gloria del amor.

Son compañeros de la risa, la broma y el deporte. Pero también del trabajo y del estudio. Y aunque les ha tocado vivir en tiempos de mucho ruido y poco silencio, de...

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