Juan Pedro Oriol / Los invisibles

AutorJuan Pedro Oriol

Para Santi, el amigo fiel de los invisibles.

Como cada viernes desde hace dos años, en punto de las 4 de la tarde, el Papa Francisco cruzó los muros del Vaticano. En esta ocasión visitó Casa de Leda, una residencia ubicada en la EUR (la llamada "Roma moderna") confiscada al crimen organizado. Allí vive un grupo de mujeres detenidas con sus hijos. Ante la mirada atónita de todos, Francisco llamó a la puerta y decidió llevar amor y esperanza a este lugar en otro de sus "Viernes de la Misericordia".

"Santidad, Padre querido, somos los invisibles. Somos algunos de los niños y niñas, hijas de padres recluidos en las cárceles italianas que vivimos con ellos en prisión o que vamos a visitarlos. Para defender la dignidad de nuestros padres detenidos nos cuentan mentiras, haciéndonos creer que entramos en un colegio o en un puesto de trabajo. Somos perseguidos, violentados en nuestra intimidad de la mano de adultos desconocidos, nos quitan nuestros peluches, los pobres juegos que son nuestros amigos, para abrirlos, controlarlos. A veces nos quitan la ropa interior para asegurarse de que nuestras madres no nos hayan escondido drogas. Para muchos, somos estadísticas. Y algunas veces, para defendernos, nos convertimos en agresivos intratables; pero no somos malos, son los otros que nos quieren así: siempre seremos hijos de los detenidos, siempre seremos los invisibles". Con estas emotivas palabras, recibieron al Papa.

El Papa dedicó la tarde para conversar con todos, jugar con los niños y les regaló huevos de Pascua de chocolate. Casi al final disfrutaron juntos de una merienda. En cuanto salió de Casa de Leda para dirigirse al Vaticano, Francisco escribió un tuit que se hizo viral: "El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, nos recuerda que solo Dios sacia nuestra hambre".

Son las obras de caridad, son las obras de misericordia, el único y verdadero alimento para nuestra alma. Si no las practicamos con quienes tenemos a nuestro alrededor, ¿con quién lo haremos?

Parece ser que no hay niños más indefensos...

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