Juan E. Pardinas / Pacto de austeridad

AutorJuan E. Pardinas

No hay nada más permanente y duradero que un impuesto temporal. En 1798, el parlamento británico aprobó un tributo provisional sobre el ingreso de sus ciudadanos, que se aplicaría sólo mientras se prolongara la guerra contra Napoleón. El general francés lleva 188 años enterrado en una tumba de mármol, pero los contribuyentes británicos todavía pagan un impuesto "temporal" sobre sus ingresos. En México se introdujo el impuesto a la tenencia de automóviles para sufragar las instalaciones para la olimpiada de 1968. Cuatro décadas y 10 olimpiadas después, la tenencia sigue tan vigente como en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz.

En el paquete económico para 2010, la Secretaría de Hacienda propone un "alza temporal" del ISR para empresas y personas físicas de mayores ingresos. La tasa pasaría de 28 a 30 por ciento. Según las proyecciones del gobierno, en 2013 y 2014 se reducirá un punto cada año para volver a su tasa actual de 28 por ciento. Subir impuestos en medio de una recesión es como quitarle sangre a un paciente que sufre una hemorragia. El sector privado necesita recursos para invertir, preservar empleos y estimular el consumo. Miles de empresas mexicanas encaran la peor crisis económica en una generación y el gobierno sale con la novedad de que no le alcanza el dinero.

Además del aumento al ISR se propone crear un impuesto general a las ventas del 2 por ciento con el objetivo de combatir la pobreza de gobernadores, presidentes municipales y personas de bajos ingresos. De los 71 mil millones de pesos que se espera recaudar con este nuevo tributo, las autoridades locales recibirán 21 mil millones de pesos adicionales.

Cualquier curso de macroeconomía por correspondencia enseña los peligros de elevar impuestos en medio de una recesión económica. El ejemplo más fresco para ilustrar el caso es la crisis de Japón en los años noventa. En abril de 1997, el gobierno nipón asumió que la recesión había terminado y decidió subir el impuesto a las ventas de 3 a 5 por ciento. Esta pésima decisión fiscal llevó a Japón a una década perdida con un nulo crecimiento económico.

El problema central no son los ingresos, sino los gastos del...

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