Juan E. Pardinas / El estadista antipático

AutorJuan E. Pardinas

Marcelo Ebrard propone que la reforma energética se decida por el mismo método con que se escoge al triunfador de Bailando por un sueño. Si la sabiduría popular puede elegir al mejor bailarín de un reality show, también puede determinar el nuevo régimen fiscal de Pemex. Las prioridades del gobierno quedarán sujetas a un concurso de popularidad. El aplausómetro se transformará en la brújula para tomar decisiones de política pública. La democracia directa de la antigua Atenas reencarnada en la moderna Tenochtitlan. Por cada chilango tendremos un diputado y un call center será la nueva sede del Congreso. Cada individuo será el legislador soberano de su propio destino.

El plebiscito sobre la reforma energética es una nueva ruta para enviar las instituciones al demonio. ¿Para qué queremos al Poder Legislativo, si tenemos las encuestas de opinión? ¿Para qué elegimos a los representantes populares, si podemos convertir a la patria en una gran asamblea participativa? La propuesta de Ebrard asume que la legitimidad del Congreso es insuficiente para validar una decisión sobre la industria petrolera. El Zócalo repleto es la fuente de la soberanía y el manantial de la verdadera legitimidad. De sus aguas brotará la sapiencia para decidir el destino de Pemex.

La democracia sirve para muy pocas cosas, pero muy importantes: nos da ciertas reglas para organizar nuestros desacuerdos y nos permite remover gobernantes sin tener que armar una revolución. El jefe de Gobierno de la Ciudad de México propone que, además, la democracia sea un método para ejecutar decisiones de gobierno. Raúl Trejo Delarbre (Crónica, 5 de junio) ofrece un argumento muy interesante sobre las virtudes y limitaciones de los plebiscitos democráticos. Estas formas de consulta popular son útiles cuando un país tiene que tomar un rumbo tajante y sin matices: ¿está de acuerdo en que Gran Bretaña forme parte de la Unión Europea? Sí o no. ¿Quiere que Augusto Pinochet permanezca como jefe de Estado de Chile? Sí o no. En estas preguntas no hay espacio para la ambigüedad. Un referéndum no deja territorio para las zonas grises. Las respuestas binarias...

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