Juan E. Pardinas / El detector de la maldad

AutorJuan E. Pardinas

La creatividad de nuestra especie es un motor inagotable de inventos y soluciones tecnológicas. El ingenio de la humanidad nos ha regalado las vacunas, el Internet, el avión y las píldoras anticonceptivas. Estos avances han transformado nuestras vidas y de paso nuestra percepción de la realidad. Con el automóvil y el teléfono, la distancia y el tiempo ya no son lo que eran hace 100 años. Los progresos de la medicina han convertido enfermedades mortales en males tratables.

A pesar de todos estos adelantos, ningún genio científico ha logrado inventar un detector de malas intenciones. Una máquina que nos permita distinguir entre el pasajero con mochila y el terrorista con bomba, entre el secuestrador y el hijo del vecino. Ese invento no existe y tal vez no exista jamás. Mientras no se descubra el detector de la vileza, cualquier persona puede ser víctima de mentes cargadas con maldad e iniciativa. Los terroristas usan como armas los medios de transporte y comunicación que permiten funcionar a las sociedades modernas. El metro, el tren, un avión y un teléfono celular se han convertido en herramientas para propagar el miedo. La libertad de tránsito y de reunión, el respeto a la privacía y las protecciones del individuo frente a la intervención del Estado se han convertido en cómplices involuntarios del terror y el crimen.

Los gobiernos y los ciudadanos de Occidente nos enfrentamos a opciones inéditas para resolver el dilema entre la seguridad y la libertad. En su ensayo Lesser Evils (Males Menores) Michael Ignatieff describe la posibilidad de que el próximo ataque terrorista no sea el choque de un avión contra un edificio o la detonación de un explosivo convencional en una estación de metro, sino un estallido nuclear. La información científica para construir una bomba atómica está en Internet. Un puñado de locos, bien financiados, puede comprar en el mercado negro global el material radiactivo para construir el arma. No es el guión de una película de Hollywood, es una posibilidad real. El 10 de septiembre del 2001 hubiera sido una exageración demencial afirmar que un avión podía derribar los rascacielos más altos de Manhattan. Hoy la imaginación ya no puede volver a fallar.

Como resultado de los recientes atentados en Londres, los países europeos han tomado medidas sin precedentes para prevenir futuros ataques. Los ministros de Justicia de la Unión Europea acordaron que las operadoras telefónicas y proveedores de servicios de Internet deberán...

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