Juan E. Pardinas / El desierto de la innovación

AutorJuan E. Pardinas

En 1976, un programador de software de 21 años escribió una carta abierta para defender los derechos de propiedad sobre su trabajo. El texto sostiene que sería imposible desarrollar la industria de la computación si no se reconocía el valor económico de la creatividad y se respetaban los derechos de propiedad intelectual. El joven que escribió esa carta se llama Bill Gates. Su vocación por innovar lo llevó a forjar un nuevo sector de la economía. En el camino, Gates se convirtió en uno de los hombres más ricos del planeta y en el mayor filántropo de la humanidad.

Antes de la Revolución Industrial, la riqueza se medía en función de la propiedad de tierras cultivables o el número de cabezas de ganado. La palabra "capital", en su acepción económica, viene del vocablo inglés "cattle", que en español significa ganado. Después de la Revolución Industrial, la métrica de la prosperidad se calculaba en función de las toneladas de producción de acero, carbón o productos manufacturados. En el siglo XXI, la principal fuente de crecimiento económico es la innovación tecnológica. Hoy Microsoft e Intel son empresas más grandes y redituables que la Coca-Cola.

La generación de riqueza radica no sólo en el esfuerzo de inventar, sino en transformar la manera en que trabajamos, aprendemos y vivimos. La diferencia central entre un inventor y un innovador es que el primero crea algo nuevo, mientras que el segundo transforma su entorno con ideas y productos revolucionarios. La invención es la semilla y la innovación es la cosecha. México es un desierto para la creación de nuevas ideas y productos. El Índice de Desarrollo Humano de la ONU hace una comparación del número de patentes registradas por cada millón de habitantes. El resultado es preocupante. Japón registra más patentes en un día, que México en un año. En el 2001, la empresa coreana Samsung generó por sí sola más patentes industriales que todo nuestro país.

La falta de innovación en México no sólo se debe a la ausencia de incentivos económicos o las carencias del sistema educativo. Tampoco existe un clima social que propicie el desarrollo de la creatividad tecnológica. Como la historia de los cangrejos que no pueden...

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