Juan E. Pardinas / La costumbre del miedo

AutorJuan E. Pardinas

El lunes pasado por la tarde un colega del trabajo tomó un taxi afuera de la oficina en el poniente de la Ciudad de México. No era un taxi de sitio. Dos cuadras antes de llegar a su casa, tres tipos bajaron al chofer del vehículo. Uno de ellos tomó el volante, los otros dos se dedicaron a golpear y amenazar al pasajero. Era un asalto. Así comenzó el tour del terror por la "Ciudad en Movimiento". El viaje duró 90 minutos. Mi amigo salvó su vida pero acabó en el hospital con los ojos semicerrados por los puñetazos. La semana anterior, la ruleta maldita le tocó a mi contador: robo a mano armada afuera de su casa. Quince días atrás fue a mi vecina, le arrancaron su bolsa en el crucero de Revolución y Benjamín Franklin.

No conozco otra ciudad del mundo donde no se pueda tomar un taxi de la calle por las probabilidades de ser asaltado. Hay quien dice que la criminalidad es resultado de la pobreza. ¿Por qué la India tiene 300 millones de pobres y nadie se preocupa al tomar un taxi en Nueva Delhi o Mumbai? Lonely Planet es la editorial de libros de viaje más influyente del mundo. En sus consejos para visitar la Ciudad de México viene una advertencia sobre "la epidemia de crimen en los taxis" del Distrito Federal: "los turistas no sólo son robados, también son golpeados". La guía Lonely Planet de Brasil aconseja que en Río de Janeiro es mejor tomar "un taxi en la noche, para evitar caminar por calles desiertas". Supuestamente los cariocas viven en una de las ciudades más peligrosas del continente, pero sí pueden tomar un taxi de la esquina sin arriesgar el pellejo. En la mayoría de los países subdesarrollados, el riesgo al subir a un taxi es que el taxímetro esté descompuesto, que el chofer no traiga cambio, o que dé vueltas innecesarias para cobrar más dinero. Sólo aquí, en el Distrito Federal, el riesgo es de muerte.

En febrero de 1998, John Bussey, un corresponsal del Wall Street Journal fue asaltado en un taxi en la Ciudad México. Después de una hora de apuntarle una pistola a la cabeza, el criminal se dio cuenta que su víctima era un periodista. El delincuente hizo una solicitud patriótica: "No vaya a contar en su periódico lo que le ha sucedido...

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