Juan García de Quevedo / Querido amigo

AutorJuan García de Quevedo

Hay momentos en la vida en que el cielo se te cierra y la tormenta no permite ver ningún Dios. Hay momentos en que el dolor de Abraham, sus dudas y su misterio te obligan a rebelarte. Hay momentos, como en Abraham, en que sólo la fe ciega y absoluta lleva tus pies paralizados por la razón a seguir caminando en el desierto de la fe. Desierto venturoso porque con tu paso cansado nacerán mil flores. Mi hijo, que es también tu amigo, habla del misterio de la libertad en lucha permanente con el misterio del destino. Suceda lo que suceda, tienes y lo sabes, mi casa como tuya y la mano amiga de todos los míos para ayudarte a subir la montaña.

Hay hombres que marcan, hombres que están tocados por un dedo misterioso, a los que el destino obliga a sufrir más hondo y gozar más fuerte hasta tocarle la punta a la felicidad. En esta tu casa, hemos decidido guardar silencio para quererte más ante este cielo comprometido con tormentas eléctricas, grandes nubarrones y vientos asesinos. Guardar silencio para poder abrazarte más fuerte. Escogiste la montaña más alta y el desierto más desierto, escogiste el misterio y mirar con los ojos ciegos de la fe. Hoy más que nunca estoy contigo, mi amigo, mi hermano. Tu destino es resistirlo todo, dejarlo todo, entregarte con infinita fuerza al misterio de la fe. Yo sé que después vendrá el reino, sin embargo tú quieres construirlo desde ahora y que nada ni nadie te moleste. Hasta dónde mi hermano es profunda la soledad; cuáles con los abismos que viven ante tu mirada. Para mí la fe es desesperanza mientras para ti es la única esperanza salvadora. Guerrero obstinado, hoy estás dando la mejor de tus muchas batallas. Tú lo sabes: la victoria se construye con lágrimas sangrientas.

Pienso mucho en Mauri y su maravillosa sonrisa, su risa construida en la más absoluta libertad. Espero de ti que me toque el cachito de tu persona que me has destinado, porque volcarse sobre el mundo y el hombre como tú lo haces, es como morir descuartizado porque todos queremos llevarnos algo tuyo.

Juan Pedro, limpiemos armas que las perdices esperan caer con elegancia y dignidad. Si fuera joven te ayudaría machete en mano a abrir caminos porque esa vocación que escogiste te llena las manos y los pies de callos para protegerte el corazón. Juan Pedro, en la rifa del destino a los Legionarios les tocó un miura que tiene malas ideas...

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