Juan García de Quevedo / El monje heterodoxo

AutorJuan García de Quevedo

Para Juan Luis González Silva

Dios vive fuera del mundo. Dios es atemporal, no eterno. El bien y el mal no son dimensiones suyas. El concepto antropocéntrico del hombre es lo que vuelve a Dios incomprensible. Es algo así como complicar el más grande de los problemas para que el hombre pueda entretenerse resolviéndolo durante una vida, dos vidas y su historia misma. El problema de Dios pertenece a todas las religiones de tal suerte que las religiones viven del misterio a lo sagrado y de lo sagrado al misterio. Ese fue el principio discursivo de un monje que quería iniciar el camino para arreglar algunos asuntos consigo mismo.

Si Dios fuera eterno tendría necesariamente un propósito que es la creación del mundo y del hombre, los horrores de la historia serían los horrores de Dios porque su misión principal sería la salvación de su creatura.

El primer milagro del hombre sería dar con Dios, cosa que ya casi se consiguió. El milagro que no se ha dado es que Dios dé con el hombre. Como Dios es atemporal, estuvo antes del universo y antes de todo y seguramente estará después de todo sin nosotros o con nosotros.

Si Dios estuviera presente en la historia del hombre, sería un Dios terrible, participando de cada homicidio, de cada guerra, siendo en gran medida la historia del hombre la historia de Dios. Dios estaría presente en ese terrible y principal negocio de los portugueses que era la venta de esclavos. Cuántas generaciones de negros le deberían su esclavitud.

Esto nos lleva a la más absoluta despreocupación o ausencia de Dios por el hombre. El hombre ni se salva ni se condena, sencillamente porque Dios está ausente de la historia de ese hombre concreto y de todos los hombres. Que el hombre se proponga a sí mismo un fin divino es de una soberbia irracional absoluta. La historia del hombre no es la historia de Dios. Dios carece de historia justamente porque es atemporal y no eterno. Algo así eran las palabras del monje y luego añadió con pronunciada contundencia: "El hombre está para gozar lo humanamente posible o sufrir, eso solo le importa a él."

La humanización de Dios solo destruye a Dios y al hombre, porque Dios, si nos conociera no podría querernos, y el hombre, después de siglos de adorarlo y de matarse por Él, el río de sangre derramada le impide conocerlo. No lo conoce y como prueba están los cientos de textos escritos sobre...

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