Juan García de Quevedo / Nuestros males VIII

AutorJuan García de Quevedo

La corrupción es ante todo un hecho cultural. El análisis de la corrupción debe complejizarse y no simplificarse.

El autoconocimiento imperfecto crea leyes imperfectas. La corrupción le pertenece al hombre porque es moral y ética. La transgresión de la ley en los países con una baja calidad ética y cultural es un síntoma inequívoco de bajísima intensidad ciudadana, donde la transgresión es premiada y aplaudida. La vergüenza, el deshonor son desconocidos y romper la ley para beneficio propio es premiado como síntoma de inteligencia y astucia. La corrupción es un hecho cultural construido en las relaciones del hombre con las estructuras de poder, como me dice mi maestro Jorge Alonso.

Nada debería ser más vergonzoso que ser corrupto, nada más vergonzoso que transgredir la norma para beneficio propio porque esto implica carecer de principios éticos y morales. Dañar a los otros para beneficiarse a sí mismo carece de respeto por las leyes que son las que ordenan la convivencia civilizada y revienta todo proceso civilizatorio.

Se pensaba que los países pobres, por la falta de conocimiento de la ley, por la falta de cultura, por la pobreza y todo lo que ella encierra en sí, podían embarcarse en la corrupción y navegar como en un mar seguro pero ahora vemos que las potencias ricas y muy ricas tienen una buena cantidad de hombres corruptos y que los cultos pueden ser, suponemos con mayor dificultad moral, también corruptos. Lo que sucede es que, por ejemplo, Francia y Alemania tienen infinitamente menos hombres corruptos pero en cantidades económicas, la corrupción ejercida por ellos es desmesurada en comparación con los países pobres, con los países menos desarrollados. Es más fácil robar a un pobre que a un rico aunque se robe menos, mucho menos.

Por otra parte el sentido del honor en estas sociedades, en estos tiempos está por desaparecer. El honor, la dignidad forman una estructura ético cultural que en las sociedades con gran tradición cultural permanecían pegadas a la piel del ciudadano y de las sociedades. Son tantos los valores que se han perdido en esta sociedad técnico-científica que el ciudadano no es más que la prolongación de un botón.

De los pocos acontecimientos que hacen olvidar el honor está el amor que alcanza a tocar las fibras más sensibles del alma. Los hombres...

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