Juan García de Quevedo / De Jesús a Cristo

AutorJuan García de Quevedo

Para Paula Leitao

El Jesús histórico es un hombre extraordinario cuya característica esencial es su vocación preferencial por los pobres, por los que sufren. Encaja perfectamente en la tradición profética del Antiguo Testamento. Los evangelistas nos narran su vida de acuerdo con lo que ven, escuchan y oyen de los que vieron y oyeron. El Jesús intransigente, el Jesús sabio, el maestro que nos dice en formas descifrables cómo ser con los otros y qué posiciones tomar en el mundo. Todos los evangelios son testimonios de Jesús que se iluminaron bajo el influjo de su palabra. Los evangelios son creíbles así como la realidad histórica de Jesús. Pero su testimonio, por más poderosos que sea, no lo convierte en Dios. Existe, sí, la misteriosa lectura de su persona. Para muchos es un profeta más, un maestro. Sin embargo ese Jesús fracasó, fracasó su mensaje y fracasó el pueblo que escuchó su mensaje. Ese Jesús fue verdaderamente hombre: sufrió, sintió la soledad y la impotencia de su fracaso. Las lecturas de los evangelios dan para mucho y según muchos autores nunca fue entendido como Dios por sus seguidores y tampoco por el pueblo que lo escuchó y lo vio. Por decirlo de otra manera: los testimonios de la vida de Jesús no te llevan necesariamente, obligadamente, a pensar o deducir de esos escritos que es Dios.

Los evangelios no están más allá de la razón y menos si son entendidos como palabras y hechos que se dicen en una época, en un tiempo, en una circunstancia concreta. El Jesús histórico sigue la tradición judía cumpliendo con sus normas, costumbres y formas como no podía ser de otra manera, el milagro de Jesús se da paradójicamente en y por su fracaso: la crucifixión. Si Jesús no hubiese sido crucificado y convertido en el Cristo, Jesús hubiera pasado como un profeta más de los muchos del Antiguo Testamento. Hay autores que nos hablan de que muchos profetas del Antiguo Testamento ya lo anunciaban. Es su crucifixión, es el Cristo el que funda el cristianismo y es a partir de su crucifixión que parte todo el discurso...

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