Juan García de Quevedo / Fiesta y luto

AutorJuan García de Quevedo

La caída del Muro significó la muerte del socialismo realmente existente. Sobre la caída del Muro hay muchas explicaciones convincentes como el hecho que la Glasnost y la Perestroika de Gorbachov rebasaron con mucho las posibilidades del Estado soviético; el hecho de que la ex Unión Soviética dedicara tanto gasto militar para poder competir en la famosa Guerra de las Galaxias del Presidente Reagan y todas las transgresiones que significó el leninismo tanto al marxismo como a la realidad rusa. Explicaciones convincentes hay muchas pero lo que no acaba de descifrarse es la forma pacífica, altamente pacífica, en que se dio el paso del socialismo al capitalismo. Cómo explicar que pocos, muy pocos, defendieron al comunismo. Cómo explicar la nula resistencia a la transición del comunismo al capitalismo. Recordemos que en aquellos tiempos la discusión era si la transición del capitalismo al socialismo debería ser violenta o podría darse por medio de reformas, de forma pacífica. Occidente asistía a ese histórico episodio entre el asombro y el pasmo pero nadie se preguntaba el porqué de esa ausencia de resistencia.

Los partidos comunistas eran en realidad cascarones vacíos. Los ejércitos se mantuvieron como meros espectadores y sabían el costo altísimo de dispararle a la población. El que nadie hubiera defendido la causa del socialismo fue lo que significó su gran derrota, su derrota moral más absoluta. Y después de esa derrota, la desaparición práctica de los partidos comunistas en Occidente y el más absoluto debilitamiento de los movimientos de liberación nacional en América Latina.

El comunismo realmente existente fue un sueño incumplido o un sueño que pronto se transformó en pesadilla y se alejó para siempre de las fantasías del pensamiento político.

La pesadilla era que sólo la dictadura de un partido, que se traducía en la dictadura del Secretario General, es decir de un hombre y su extenso grupo político, hacía posible ese régimen. Y algo más: la absoluta liquidación de la privacidad de la persona. La existencia de una Policía política, una Policía moral que quería detectar en qué pensaba y qué sentía la...

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