Juan García de Quevedo / Las Chivas

AutorJuan García de Quevedo

Escribo el sábado, mucho antes del partido y estoy convencido de que el Guadalajara tiene la obligación ética de ser campeón. Obligación ética porque los jaliscienses nos merecemos esa felicidad. Felicidad que nos durará cuando menos un año. En el primer partido, el entrenador, me comentan, se equivocó y nos empataron cuando ya estábamos tocando la copa, el campeonato.

Si los Tigres son mejores, eso no le quita al Guadalajara su obligación ética.

Quisiera que pensaran que el futbol le hace posible la vida a muchos, a muchísimos, les hace posibles los bajos sueldos, las interminables y monótonas horas de trabajo, les permite el gran milagro de la ilusión vuelta realidad.

Pero no sólo en México sino en el mundo. El futbol es la segunda religión, si no es que la primera, que profesa la gente en el mundo. En Alemania, España, Italia, en todo el mundo pasa lo mismo. Kissinger dejaba asuntos importantes para ver el mundial; la Sra. Merkel parece que también es una gran aficionada al futbol. El futbol es para todos: intelectuales, políticos, albañiles, campesinos, pobres, ricos, muy pobres y muy ricos. Es un deporte que despierta pasiones; incluso los flemáticos ingleses se vuelven locos y agresivos cuando está de por medio su equipo.

Si las Chivas pierden faltarían al primer compromiso que tienen con una sociedad que siempre los ha apoyado: hacerlos felices. Una buena dosis de testosterona para que dejen la vida en la cancha, pero ganando.

Eso de que en 5 minutos los hayan empatado no se lo debe permitir ningún equipo y menos un entrenador que, según me cuentan, propició el empate por cambios algo más que desafortunados, estúpidos. Testosterona y un buen programa de hipnosis para que se les quite el miedo, el temor de ganar. Porque como decía un amigo: en la vida sólo hay que tenerle miedo al miedo.

El Guadalajara se lo debe a Jalisco y a México. Y luego no se ve nada bien que el América-Televisa lleve un campeonato de liga más que nosotros. Mis sobrinos tienen su casa llena de altares para el triunfo como en los tiempos romanos. Y así como mis sobrinos, hay miles y miles de niños, de hombres...

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