Juan García de Quevedo / Ya basta

AutorJuan García de Quevedo

Un muerto, dos asesinados, luego tres y así hasta que el Estado ponga un límite a la impunidad. Lo grave es que son periodistas que nos cuentan lo que no debemos saber. Lo grave es que sus armas son la pluma y la hoja en blanco, la máquina de escribir y la computadora. Lo grave es que el periodista solo cuenta con la palabra escita, con la voz que recoge de las muchas voces que cuentan cosas que no deben saberse. Oyen lo que no deben oír y ven lo que no deben ver. No tienen grandes nombres ni son conocidos por la audiencia televisiva, no son personalidades nacionales. Son simples mortales que viven en su estado y se dedican a explicarnos el lado oscuro del mundo. Cuando ya son muy molestos, las mafias los matan, se guarda una penitencia de 15 días y luego todo al olvido. Son como los periodistas de guerra, pero sin guerra. Con su muerte descifran nuestro mundo mejor que cualquier politólogo; cualquier palabra, cualquier discurso sobre su vida y muerte lo vuelven inútil, vacío, sin fondo; mejor el silencio de la impotencia, mejor el rencor prisionero en la garganta. A su familia no le doy el pésame porque su familia es la gente de México, de su estado, de su pueblo. Son héroes que viven una especie de santo oficio laico y nos muestran el grandioso poderío de una pluma cuya tinta es su sangre. Supongo que matar a un hombre es para los sicarios tarea fácil, pero matarlos de verdad, eso sí que es imposible porque permanecen en la conciencia colectiva -aunque desgraciadamente por poco tiempo. Yo los lloro y me parece banal hablar sobre los partidos políticos, aunque escribo de ellos.

¿Cuándo se les pondrá un basta a los asesinos, un límite a las mafias? ¿Hasta cuándo podrá existir un Estado cuya seña de identidad es la corrupción y esa confianza de las élites gobernantes en la desmemoria de su pueblo?

Hace poco asesinaron a Javier Valdez Cárdenas. Javier era un hombre consciente de que se estaba metiendo en tierra ajena, tierra de cadáveres, tierra prohibida, y luego se daba el lujo de la ruta, la brújula, del mal.

Eso sí, damos conferencias sobre los derechos humanos, metemos en la Constitución el derecho a la felicidad, pero somos incapaces de crear un Estado de Derecho. Hacer la crítica al gobierno es hasta de buen gusto, lo que no se permite es entrar a esos túneles malditos de las diferentes formaciones mafiosas que hacen de nuestro país un lugar inseguro para vivir cuando la vida acepta ciertos riesgos, en nuestros casos riesgos enormes...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR