Juan García de Quevedo / Compañero

AutorJuan García de Quevedo

Para Julio García Briseño, porque cuando no aparecía mi perro apareció una voz que era indispensable en esos momentos.

El hombre es un animal racional cuya mezquindad y generosidad logran tocar lo infinito. La libertad nos permite amar a Dios o negar a Dios y, para colmo, según los teólogos, es un don de Dios y todavía más, es lo que hace que el hombre sea persona.

La libertad es el atributo mayor del hombre. La historia del hombre es una constante lucha por ser libre y la historia misma puede ser vista como una hazaña de la liberación y de la libertad del hombre. Después entra la conciencia de esa libertad (y el hombre puede angustiarse o liberarse por ello) y con esa conciencia, la seguridad de su muerte. Y luego viene toda la poesía, la literatura, la filosofía. Aparece el hombre bueno y el hombre sabio, también el hombre malo e ignorante, aunque bien puede darse el hombre sabio y malo.

Dentro de los animales irracionales también está el hombre sin amor, despojado de amor, desenamorado para siempre porque con la libertad incorpora el mal y el mal radical es su propia historia.

Estimado Julio, cuando me llamaste para preguntarme por mi perro, mi vacío se achicó precisamente porque sabía que alguien compartía conmigo esa tristeza y comprendí que el hombre solo sólo se humaniza con los demás. Que el hombre, ese animal esencialmente gramático, reconoce en la voz amiga, en la preocupación constante por la tristeza ajena, la completa solidaridad, y que el hombre debe escribirse y decirse en plural.

Cuando hablé con tu esposa Isabel y me dijo que le iba a pedir a Dios que lo recuperara, me acordé mucho de mi madre y de mi abuela que pacientemente me enseñaron que Dios toca también lo pequeño, lo que muchos consideran intrascendente, pero que es de formidable importancia en la vida, siempre hecha de cosas pequeñas, de los hombres.

Estamos en una época en que la tristeza aguda o la depresión se curan con pastillas, así es el cerebro humano. Se dice que el hombre es capaz, por espíritu de sobrevivencia, de soportarlo todo...

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