Juan Antonio de la Fuente

AutorJosé P. Rivera
Páginas231-242
˜ 231 ˜
Juan A ntonio de la Fuente
1814-1866
NO HAY en la historia política de México, ni
habrá tampoco en las edades venideras, épo-
ca alguna que pueda parangonarse con aque-
llos años gloriosos que abrazan desde la revo-
lución de Ayutla hasta la caída del Imperio.
Los hombres de entonces, generación
titánica, representan el progreso del país.
Ellos lucharon, permanecieron de pie en me-
dio de las adversidades, sin que fuera parte
a abatirlos la defección o la injerencia de las
potencias extranjeras y al fin triunfaron, al-
canzando por recompensa justa y merecida
vivir eternamente en el corazón de la Patria.
De esa generación, cúpoles a unos la
suerte de asistir a la victoria, de ver su pro-
pio apoteosis, en tanto que otros, como el
ilustre coahuilense que hoy abrillanta estas
páginas, murieron antes de ver coronados
con el éxito sus afanes patrióticos.
Fenómeno curioso es, en verdad, aquella
presencia de gigantes en los momentos más
aciagos. Si era preciso defender las libertades
en el campo de batalla, surgía D. Juan Álva-
rez, que fiel a sus tradiciones de insurgente,
guerreaba sin descanso; si en la arena pe-
riodística faltaba algún campeón, aparecía
Ramírez hiriendo a diestra y siniestra, ora
con la sátira punzante, ora con el argumen-
to irrefutable; si el Parlamento exigía que un
hombre condensase las aspiraciones de la
Nación, hacía vibrar Arriaga su palabra y la
luz se hacía más clara, si se nos permite esta
hipérbole, e iluminaba todas las concien-
cias; si la rectitud pedía un representante,
Juárez respondía al llamamiento. En suma,
bajo todos los conceptos, desde cualquier
punto de vista que se quiera considerar a la
Reforma, fue ésta el manantial más fecundo
en hombres patriotas.
Es también fenómeno curioso la parti-
cipación de la clase indígena en la misma
Reforma. Ramírez, su filósofo, fue indio;
Juárez, su corifeo, fue indio, e indio fue su
diplomático, el Lic. D. Juan Antonio de la
Fuente.
Demos algunos detalles de su vida.
II
El 3 de Junio de 1814, cuando resonaba por
toda Nueva España el grito de insurrec-
I

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