Nosotros los jotos / El tablarroquero se mocha

Pepe, mi estilista, es un artista del alto peinado y del todavía más alto prodigio para ligar chacales de la mejor estampa. El otro día que lo visité para hacerme el corte de jípster que pronto verás, querido lector, en mi foto oficial, mientras me pasaba su vibrante maquinita por la cabeza me regaló esta historia de amor y deseo alarife.

La "Estética del Amante" está en la condesera calle de Ámsterdam que, aclaremos para los finos seguidores de Montegay y la Perla Taparía engarzada con brillantes, es una calle circular como la rueda de la fortuna, con un ancho camellón que parece pasarela porque por allí cruza un surtido rico de príncipes en shorts o jeans reveladores.

Mi amigo del cairel y la pistola de aire siempre tiene el ojo alegre y avizor, y los grandes ventanales de su negocio le permiten disfrutar este paisaje humano entre tijeretazos y aplicaciones de color.

Cuando construyeron el edificio enfrente a su negocio, los maestros del cemento y la varilla de acero tenían la noble consideración de asearse al final de la jornada casi en la banqueta. Un día, Pepe descubrió a un ejemplar digno de la portada de Señor Chacal. Israel -que así se llamaba el joven que resultó ser tablarroquero- tenía el torso y los brazos bien trabajados en el gimnasio de la obra, y una carita de bronce digna de adornar el camellón.

Muy pronto, el muchacho advirtió las miradas libidinosas del estilista y con picardía agarró la costumbre de demorarse en las abluciones frotándose con más gusto el cuerpo mientras el agua fría le erizaba la piel morena y le dejaba los pezones erectos, invitantes a la suave mordida.

Una tarde, cuando ya se habían ido sus compañeros de gremio, Israel miró de frente hacia la estética con los brazos en alto, presumiendo los bíceps. El diablo quiso que Pepe estuviera solo, y con la pericia de un especialista en señas se cruzó con la mano diestra el torso, como si lo dividiera en diagonal del hombro a la cintura, mientras sus labios carnosos silabeaban "mó-cha-te".

Al poco rato cruzó Israel el camellón; iba oloroso a jabón y se presentó muy sonriente en la Estética del Amante.

--Hola, ¿cómo quieres que me moche?

--Pues no sé... Dime tú cómo puedes mocharte.

Después de los escarceos "tú las trais", "yo no fui, fue Teté", la pareja...

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