Nosotros los jotos / Perla de homofobia

AutorAntonio Bertrán

Guadalajara, Jalisco.- El sábado 19 estaba en la perla tapatía, donde se dan los hombres (los unos a los otros), y provoqué un desmadre frente a la mismísima catedral. Juro por la virginidad incuestionable de la patrona de la Asunción que me provocaron...

En la tarde tomé un taxi para ir al centro. El chofer era un treintañero que tras preguntar mi destino se soltó como hilo de media con un adoctrinamiento evangélico que, cuando llegó al tema del cielo y el infierno, traté de desviar con el gracejo de que el reino del diablo sería más divertido.

"No, don, la palabra de dios dice que es un lugar de torturas horribles y rechinar de dientes", me respondió. Hasta ahí aguanté y le dije: "Respeto sus creencias, pero no las comparto y si sigue con la biblia mejor me bajo".

Se calló, pero cuando ponderé los cielos tapatíos regresó al púlpito: "Son obra de dios y no hay vuelta de hoja".

Con tanto dogmatismo excluyente, me bajé calentadito en la Plaza Guadalajara, frente a las agujas neogóticas de la catedral, y apenas tomaba aire cuando oí a todo volumen desde una bocina:

"Los homosexuales no tienen moral, están en contra de la obra de dios; no vamos a permitir que adopten niños. A ver, levante la mano quién quiere vivir con un homosexual... Nadie, ¿verdad?".

No pude contenerme. Levanté las dos manos y caminé hacia el hombre del micrófono que me daba la espalda. Los parroquianos sentados en las jardineras me miraron incrédulos, y cuando el hombre de gafas oscurísimas volteó y se dio cuenta de mi desafío, me advirtió con un dedo flamígero como el del arcángel que expulsó a Adán y Eva del paraíso:

"¡Un homosexual te va hacer cosas horribles, te va a matar y hasta entambar!".

¡Si supieras las cosas deliciosas que me han hecho los homosexuales se te caerían tus teñidos cabellos!, pensé, pero como ante la estulticia -pendejez extrema- no me salen las palabras, solo pude negar con los índices en alto mientras lo miraba con una sonrisa sarcástica.

Mi atrevimiento fue contagioso. Un joven de bellos ojos y nombre Ángel Isidro se acercó solidario y pronto se sumaron parejas de valientes gays, lesbianas y hasta heteros como la señora Carmen Helena Ramos para decirle al fanático lo que a mí no me salía de la garganta: "Nos estás discriminando", "Tenemos...

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