Nosotros los jotos / Mr. Leather y Mr. Pellejos

¿Te los echo en el traje?, pregunté jadeando a Franky. ¡Claro!, respondió el joven con la boquita que había estado largo rato comiéndome la lengua, y me besó de nuevo... Mis blancas bendiciones resbalaron por uno de sus muslos, ceñidos de látex, lo cual fue un clímax inmejorable para cerrar 12 horas de ascendentes emociones.

A las tres de la tarde del sábado, yo había entrado a la librería Voces en Tinta, donde fueron citados los cinco candidatos al título Mr. Leather México. Soy un periodista muy metiche pero esta vez no traté de colarme a las entrevistas individuales que los competidores tuvieron con los jueces, cuatro nacionales y cuatro con títulos venidos de Estados Unidos y Canadá.

Yo les hice algunas preguntas a los concursantes, mientras esperaban su turno, en la mesa donde me instalé a tomar un café. Mr. Lucius, quien ya estuvo en esta columna, se confesó nervioso pero mantenía esa media sonrisa suya que no acaba de mostrar los dientes.

Me gustó conocer a Mr. Pablo Guarro, un hombretón de espesa barba negra. Vestía chaleco de piel que él mismo confeccionó, dado que es diseñador y tiene su marca de ropa interior para caballero; también hace bajo pedido hermosas prendas y accesorios para los fetichistas de la piel.

Una revelación para mí fue Mr. Brandon Andrew, residente en Puebla, dueño de un tentador cuerpito de gym adornado con significativos tatuajes: Courageux (valiente, en francés) sobre su fuerte pecho, y en el costado izquierdo un trío de machos calcados de los dibujos homoeróticos de ese referente para los leather que es Tom of Finland.

Timothy, su novio canadiense, me contó que se lo hizo en una sesión de seis horas, con una artista de Shanghái, China, donde los dos académicos se conocieron.

Como entusiasta e inquietito miembro desde hace muchos años del Club Leather de México, Mr. Memo Motta andaba de un lado a otro y no se unió a nuestra charla informal.

El quinto participante, Mr. Javier Monote, que en su foto de presentación se veía muy monote y cachondote, fue descalificado por no llegar a tiempo (ni modo, los caballeros somos puntuales).

Hacia las cuatro nos encaminamos al cercano Cabaretito Fusión, donde sería el concurso, y yo iba pensando que los cuatro misters eran muy buenos candidatos, por lo que mi querido Mr. Lucius participaría en una competencia digna de su altura, y nada fácil. ¡Gózala!, le había aconsejado la víspera como antídoto para el nerviosismo.

Enfundados en piel, medio centenar de hombres de...

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