Nosotros los jotos / Mr. abril

"¿Quieres?", me preguntaba picarón Beto ofreciéndome el coco loco que le había puesto en las manos. Sonreía como una bahía de arena blanca a la que el mar hace cosquillas, y se apretaba una nalga.

¡Uf! Yo hacía esfuerzos por gobernar el deseo y no transgredir la frontera entre mi lente y el modelo, porque me estaba cachondeando bastante mirar esa vellosidad que le asciende tupida desde los tobillos hasta cubrir sus ancas generosas.

¡Qué calvario pasé el viernes santo en la sesión de nuestro Mr. Abril! Alberto Rosas Lara es un veracruzano apasionado, tuxpeño de 35 años para mayores señas, que vino al DF a visitar a su familia, dar gracias en la Catedral y también aprovechó para perturbar mi calma de monje en retiro espiritual (no te rías, querido lector).

Beto es chaparrito, buen bailador de cumbia y bachata y, como a mí, le encanta andar en bicicleta (por eso los dos tenemos buen aparato para el sentón, aunque él me gana). Después de su trabajo en una dependencia cultural del Ayuntamiento de Tuxpan, pedalea por el Bulevar Adolfo Ruiz Cortines admirando el río Pantepec y a los muchachones que ahí se ejercitan. Ese paseo, me ilustró, es uno de los lugares de ligue de la pequeña ciudad portuaria, famosa por sus atardeceres.

En la localidad sólo hay dos antritos gays, el Madame y el Moulin Rouge, que Beto ni siquiera conoce pues no le gustan las "locas chismosas" que los frecuentan. Además, no toma porque padece colitis. Rechazó amablemente la cerveza que suelo ofrecer a mis queridos modelos después de las fotos para hacer más amena la entrevista y entrar en confianza...

Sincero y honesto como buen Libra del 25 de septiembre (1979), Mr. Abril no necesitó alcohol para abrirse y contarme que su primera vez, a los 17 años, fue con un vecino divorciado de 35, quien lo fogueó con maestría en el sexo.

Mientras bebía agua y picaba un poco de queso, Beto me aseguró que es fiel cuando está en una relación. Por eso fue un golpazo regresar un día de improviso a su casa y encontrar a su pareja, Franco, con otro hombre ¡en su propia cama!

Vivían en Reynosa, Tamaulipas, adonde había ido a trabajar como ensamblador en la fábrica de Nokia. "El ambiente era muy liberal en el trabajo, había lesbianas y gays que con el trato se hacían pareja, y la empresa lo respetaba".

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