Nosotros los jotos / ¡A jalar con ricura en el 17!

AutorAntonio Bertrán

Jamás he pisado un gimnasio. Y "jamás" significa que ni una sola vez en mi enclenque vida siquiera he hecho la finta de entrar a alguno de esos templos cargados de sudor y testosterona, ¡uf!, para pedir informes y ver si me inscribo como propósito de año nuevo.

De haberlo hecho, creo que me habría sentido como chango en frutería ante el bufet de varones entrenando en chores escotados o licras reveladoras y, como varias comadres, hubiera pasado más tiempo en el vapor del establecimiento ejecutando giros cual balero o remando a diestra y siniestra, que dándole a las mancuernas.

A falta de músculos, no me ha quedado más que echarle cabeza y gracia a la seducción que todos debemos desplegar en la vida, tanto para conseguir los besos de algún muchachón como para lograr tu visita, querido lector, cada semana en este espacio donde, si me atreviera a aparecer enseñando piel como mis hermosas compañeras de METRO, sin duda me demandarías por faltas a la estética pública.

Pero a mi medio siglo de edad presumo que conservo la cintura 31 gracias a que no le entro a los tacos mañaneros o de canasta y al refresco de cola (hay otras negruras más sabrosas para tomar), además de que mi medio de transporte es la bicicleta. Auguro que en este 2017 varios no tendrán más remedio que pedalear -y talonear más- no tanto por librarse del desesperante tráfico vehicular y mejorar su salud, sino por la abrochada sin salivita que nos dará el gasolinazo.

Debo confesar que no creo en propósitos de año nuevo ni en conjuros para atraer la buena fortuna, sino en el trabajo gozoso, el respeto solidario y la gratitud con la vida (quien crea en un Ser dador y quitador, ¡felicidades!).

Esta vez decidí cerrar el 2016 y recibir el 17 en su pobre palacete, sólo con Serafina, la gatita amarilla -o rojiza según le dé la luz- que adopté dos meses después de la partida de mi compañero Serapio. Si me sigues en redes sociales, habrás visto lo guapa que es y lo apendejado que me trae por primera vez una fémina.

Con uno de mis clásicos martinis en la mano y Serafina ronroneando en mis piernas, me di un tiempo para recapitular. A pesar de un trago muy amargo -ya superado- que vivió mi familia debido a la maldita corrupción que impera en nuestro sistema de justicia, el año pasado fue maravilloso.

Tuvo una magnífica acogida (sin albur) "Chulos y coquetones", mi primer libro de entrevistas con gente de la comunidad gay, y...

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