Nosotros los jotos / Desde la Ingle de México, contra la homofobia

TIJUANA.- En esta ciudad fronteriza los conductores respetan las líneas cebra para cederle el paso al peatón. Al menos en la emblemática Avenida de los Héroes, donde en una glorieta despunta una enorme escultura del antiesclavista gabacho Abraham Lincoln, sosteniendo unas cadenas rotas, y en la siguiente, el guerrero Cuauhtémoc con el arma en la mano derecha.

Nomás salir del aeropuerto me recibe el sonriente Jorge Luis Villa, organizador de la Jornada Cultural contra la Homofobia que me ha traído, por primera vez en mi puñetera vida, a la llamada Esquina de México (debido al ángulo que esta urbe de la península de Baja California hace al noroeste con la frontera gringa).

Dos estudiantes de Literatura, voluntarios de la Feria del Libro de Tijuana donde también presentaré a mis "Chulos y coquetones", me conducen al hotel. Al dejarme en manos de una compañera encargada de recibir a los invitados, me doy un encontronazo con el tema que me ha traído a esta población, famosa por su calle Revolución de vida nocturna abierta al desenfreno de la fiesta en antros bugas y gays, por lo que mejor debería ser llamada la Ingle de México.

Mi anfitriona es una preciosa chica esbelta, también estudiante universitaria. Sabe que mi libro incluye entrevistas con personajes homosexuales, por lo que me pregunta si hay entre ellos mujeres. No, le aclaro, y le explico que en el siguiente volumen, que ya he arrancado, repararé esta ausencia de las hermanas lesbianas.

"Me imaginaba que no las había incluido, es algo común", me dice con un tono más resignado que teñido por el legítimo reclamo. Y en un susurro agrega: "Yo soy lesbiana".

Le pido que me hable de tú y de inmediato deja caer otra confesión: "Insistí en que me mandaran hoy a recibir a los invitados de la Feria porque vi el tema de tu libro y quería conocerte".

Mi oficio de preguntón indiscreto me revela que fue difícil decírselos, pero los padres de la chica ya saben su condición; que para su sorpresa, el papá la aceptó más fácilmente que su madre; que su hermano no la respeta, y que con la demás familia y los amigos ha preferido no asumir su lesbianismo. "Aquí la sociedad todavía es muy cerrada y no lo entiende", me aclara con un dejo de tristeza.

"¡Pinches prejuicios que atentan contra la felicidad de las personas!", le respondo y trato de convencerla de que hay que ser valientes para vivir con plenitud. Ella insiste en que es muy difícil.

Pero si en Tijuana han trabajado durante décadas activistas como...

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