Nosotros los jotos / Fito y Puños de Ónix

Adolfo Correa Recio había acompañado al estudio Foto Azul al entrenador Leobardo Velázquez y a José María Sánchez, quien empezaba a destacar como Chema Puños de Ónix, así apodado porque su familia era célebre trabajando con esa piedra típica de Tacali, Puebla.

Fito -por Adolfito- era achichincle o, como prefería presentarse, secretario de Velázquez, y cargaba la mochila con el short, los botines y guantes nuevos que se pondría la joven promesa del boxeo angelopolitano para posar junto a su querido instructor, quien para la ocasión se había engalanado con un saco y una camisa dominguera, sin corbata para verse sport.

Tras subir las escaleras del número 5 de la céntrica calle Cinco de Mayo, Ruth, la hija del fotógrafo Rafael Fuentes Aguilar, les había señalado a los muchachos una estancia con espejo donde podrían prepararse para la toma.

Mientras terminan, le voy a avisar a mi papá, les dijo y, levantándose del escritorio en el que cotejaba recibos y trabajos terminados, se perdió en la contigua galería.

Fito no iba a salir en el retrato, así que se quedó en el recibidor bobeando con las fotografías ahí dispuestas, que ayudaban a los clientes a imaginar cómo les gustaría ser inmortalizados. Había parejas de enamorados y casados, niñas en traje de china poblana y niños vestidos como Juan Diego, hartas familias, unas muy encopetadas y otras calzadas con huaraches o descalzas; grupos de amigos brindando como si estuvieran en una cantina, clérigos severos, sindicalistas uniformados, y varios deportistas... Pero ninguno con el porte de mi Chema, pensó Fito.

¡Ven, Fito, hay que untarle un poco de aceite al Chema para que brille como campeón!, lo despertó de sus divagaciones el entrenador. El joven ayudante no entendía por qué siempre que masajeaba el macizo y moreno cuerpo del deportista sentía mariposas en el estómago, algo que no le sucedía con ningún de los otros pupilos de Velázquez. Seguro porque es diferente a los demás, se decía suspirando.

Don Rafael recibió al trío con la amabilidad que sus clientes ponderaban al recomendarlo. Vamos a ponerlos frente a esta cortina oscura para que sea su figura la que destaque, sin otros elementos ni un telón que no vendría al caso, sugirió el fotógrafo. ¿O qué habían pensado? Díganme con confianza porque nuestro lema es La foto como usted la quería.

Instructor y pugilista estuvieron de acuerdo y se dejaron dirigir. Usted, entrenador, aquí, con el brazo en esa espaldota de su muchacho, como apoyándolo, y...

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