Nosotros los jotos / Por la felicidad de Sammy

-¡Mamá, mamá, me dijeron que soy una niñita!- J. M. entró eufórico a darle a su madre esta noticia.

-¿Cómo, mi amor?

-Que Paco me dijo que ya no quiere jugar conmigo porque soy una niñita.

-Ah... ¿Y tú que pensaste? -le preguntó la madre a su hijo de casi cuatro años.

-¡Que ya saben que soy una niña, mamá! ¡Qué bueno, estoy feliz!

Desde antes de cumplir tres años, el pequeño había empezado a jalar su camiseta para hacerse una falda; las sudaderas con gorro se las ponía en la cabeza sin meter los brazos en las mangas y, girando, decía que eran su pelo; le gustaba ver películas de Barbie y también ponerse los zapatos de su mamá o de su hermana mayor. A la calle de la privada donde vivía, prefería salir a jugar con las niñas, que no le prestaban sus muñecas pues pensaban que, como buen chamaco, se las rompería.

Como esta actitud era persistente, la madre lo llevó a un psicólogo, el primero de cinco que vería en los años siguientes.

"El psicólogo me dijo que seguramente sería una persona gay porque le hizo un juego de figuras y escogió una niña, dijo 'Esta soy yo'", cuenta la mamá. "Yo le dije que si era homosexual no importaba, que mi amor sería el mismo, pero no me checaba porque eso es una preferencia y ella estaba aún muy chiquita".

El especialista sugirió prohibirle al entonces niño que se vistiera de princesa e inscribirlo en actividades que la sociedad considera de varones, como el futbol americano.

"Iba llorando", recuerda su mamá. "Entrenaba con niños más grandes que lo jalaban y me decía '¡Detesto ensuciarme las manos, y además sudo, no me gusta sudar, no me gusta esta aquí!'".

Tal situación le provocó ansiedad y enuresis, esto es, que se hace pipí durante el sueño. La madre estaba muy preocupada porque veía que a su hijo no lo hacía feliz vivir el rol de niño, y a escondidas seguía vistiéndose con ropa femenina. Así que decidió dejar que hiciera en casa lo que quisiera, lo cual le trajo las críticas de los abuelos que la tacharon de "holgada", "alcahueta" y le aconsejaron darle unas nalgadas al pequeño, una estupidez que ella ignoró.

"Si él se siente bien siendo diferente, que sea así", concluyó la sabia mujer.

Un 6 de enero, cuando el chico recibió los regalos que había pedido, se los entregó a su hermana y hermano mayores.

-¿Y tus juguetes?- le preguntó el papá.

-Es que si yo hubiera pedido lo que quería, los Reyes no me lo habrían traído.

-¿Y qué querías?

-Un vestido de Rapunzel.

El padre agarró la onda y llevó a J. M. a comprar...

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