Nosotros los jotos / Dinero cachondo

AutorAntonio Bertrán

El templo tiene una fachada de estilo inconfundiblemente griego y anuncia con letras de la misma inspiración: Tesoros. Sobrecogido de emoción paso entre sus columnas, por debajo del frontón decorado por el característico búho de Atenea, diosa de la sabiduría, y descubro una cámara con luz tenue.

Las paredes están decoradas con grifos, esos seres que la mitología griega imaginó mitad león y mitad águila. Un verdadero tesoro brilla detrás de los cristales blindados de las vitrinas: 69 monedas de plata, oro y electro (aleación natural de oro y plata), que fueron acuñadas en las tierras bañadas por el Mediterráneo, entre los siglos 7 antes de Cristo y 2 después de su (supuesto) nacimiento.

Es la primera ocasión que visito el Museo Interactivo de Economía (MIDE), que ocupa el antiguo convento de Blethemitas, concluido en 1766 (Tacuba 17, Centro, CDMX). Nada más ajeno a mí que la economía (¡pregúntale a mis desastrosas finanzas!), pero esta vez me sedujo la invitación de mi querido amigo Sergio Rivera, encargado de comunicación, para ver la muestra Historias de oro y plata, monedas de la antigüedad, que por primera vez expone la colección numismática del empresario mexicano Hugo Salinas Price, reunida durante 20 años.

Entre los previsibles perfiles de antiguos soberanos (siempre enguapecidos por la mano del súbdito artista), contemplo diversas figuras de animales estampadas con primoroso detalle: la cabeza de un león (emblema del imperio), un portentoso toro, la loba mítica que amamantó a Rómulo y Remo, fundadores de Roma; el águila que representa al padre Zeus, tortugas -de mar y terrestre-, una abeja, delfines.

También miro, sin mucho detenimiento, dioses y héroes, hasta que con una pieza tengo que aguzar la vista y me asoma una sonrisa porque dudo si lo que distingo es real o ya se pasa de calenturienta mi cabecita: Cómo que una moneda, diseñada para circular de mano en mano, ostenta como motivo distintivo ¡un enlace sexual!

No es que siempre tenga hambre y en camote piense, porque en verdad los personajes de este estatero (peso, en griego) de plata del Siglo 5 a. C. se miran próximos al enchufamiento. Ambos están desnudos y tienen el cabello en trenzas, pero uno presenta rasgos masculinos y el otro personaje, femeninos.

El varón sostiene de frente, con sus musculosos brazos, a la grácil muchacha, cuyos muslos le rodean el torso, así que bastaría que la bajara un poco para ensartarla en lo que a mí no me cabe duda de que es ¡una erección...

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