Nosotros los jotos / Cojo rico

Envuelto en las sombras, me aplicaba con regocijo en el cálido bastón del muchacho que, recostado en el sillón, lanzaba suspiros de intensidad creciente. Después de un rato, moví la mano izquierda para cambiar de posición y toqué otra largura, rígida también pero fría, colocada en el ángulo donde se juntaban el respaldo y el asiento. No me distraje en averiguar qué era y seguí en lo mío, en lo nuestro...

Apagados los ardores, me disculpé por un momento, agradecido, para ir al baño a efectuar las abluciones correspondientes. José, que así se llamaba el lindo muchacho, prefirió quedarse un rato más en el sillón de ese lugar de encuentros carnales que yo solía frecuentar.

Envuelto en la luz frente al lavabo, de pronto vi entrar a José con un bastón metálico en la mano. Las piernas desnudas en arco, caminaba hacia mí balanceando la cadera y el torso velludo. Sonriente se acercó para darme otro beso que correspondí y traté de seguirme comportando con la misma naturalidad con la que mi amante de ocasión manejaba su discapacidad física.

En otras visitas al lugar, tuve el gusto de encontrar a José y no dudaba en repetir maromas amatorias con él. No niego que me daba mucho morbo su condición física y también mucho me asombraba lo bien que se las arreglaba en nuestros lances. Siempre pensaba que incluso acceder a ese local clandestino no le sería tan fácil, dado que implicaba subir y luego bajar no pocas escaleras.

No le pregunté a José el origen de su discapacidad, un poco por pudor y sobre todo porque era totalmente irrelevante. Ahora no recuerdo a qué se dedicaba pero tenía una carrera profesional. En una de nuestras conversaciones, cerveza en mano, le dije que debería ir por la vida con una camiseta como la que le he visto a mi querido amigo y editor Arturo Sánchez, quien también usa bastón: tiene ese monito símbolo de las personas con discapacidad junto al signo $ y la leyenda: "Cojo rico".

El año pasado recordé varias veces a José durante los meses que trabajé en la guía "Turismo accesible", que Travesías Editores realizó para la Secretaría de Turismo de la CDMX. Mi labor consistió en escribir las fichas sobre los museos, teatros, cines, restaurantes, hoteles, parques y demás sitios de esparcimiento de la capital adecuados con rampas, elevadores o menús en braille para recibir a personas con alguna discapacidad, ya fueran ciegos, sordos, con síndrome de Down, dificultades para moverse, etc.

Sí, "ciegos" y "sordos", no "cieguitos" o "sorditos" o...

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