Nosotros los jotos / El camote del cura

AutorAntonio Bertrán

Con un susurro en el oído, el cura Isidro le decía al joven Antonio Montes de Oca: "Quiero jugar con junior. ¿Lo dejas salir a jugar conmigo?".

El adolescente respondía: "Pues despiértelo, padre". Y el ministro metía su mano ungida por el sacramento sacerdotal en la bragueta de esa oveja del rebaño de Cristo a la que él mismo había llevado a la orilla del abismo.

"En un segundo, el padre estaba hincado frente a mí aplicándose como becerro hambriento", recuerda mi tocayo, quien ha querido compartir con Nosotros los jotos esta historia de despertar sexual que tuvo lugar en la parroquia de San Martín, en su natal Puebla ¿de los Ángeles?

La aventura empezó en el 2000 como un abuso pederasta y luego se convirtió en un placer que el hoy chef de 26 años iba a buscar a la iglesia movido por las benditas hormonas que corrían por su sangre.

A los 13 años, Antonio era un estudiante de secundaria alto y de buena nalga que asistía inocente a la catequesis parroquial. En el grupo tenía dos amiguitos, Jonha y Pepe, con los que acompañaba al padre Isidro a la sacristía al terminar la doctrina.

"Cuando nos quedábamos solos, el padre empezaba a preguntarnos si estábamos circuncidados y si ya nos había salido el vello ahí, y luego si alguno practicaba la masturbación; yo le dije que sí, pero otro compañero dijo que no", cuenta mi querido tocayo, quien me pidió publicar su nombre real.

"Después quiso saber si habíamos tenido alguna experiencia sexual, homo o hetero, y yo le dije que solo manoseos con los compañeros de la secundaria".

¡Fuego de Sodoma: ruega por nosotros!, como diría mi admirado Fernando Vallejo.

Después de atizar así la llama del deseo adolescente, un buen día el padre Isidro llevó a sus adoctrinados a su recámara.

"Ahí nos dijo que si le podíamos mostrar nuestro viril, y desde luego nos dio pena pero dijo que no era nada malo, que él también nos enseñaría el suyo para ver quién lo tenía más grande".

Cuando el hijo de los ángeles caídos sacó su camote de fresa, Antonio se excitó mucho y confirmó su adicción al dulce poblano porque el miembro del cura era "espectacular".

El juego propuesto por el sacerdote con los juniors de sus jóvenes ovejas consistía en echar carreritas para ver quién llegaba más rápido al jardín del edén donde manan ríos de leche y...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR