Nosotros los jotos / De la calle... a mi recámara

Delgadito y de tamaño muy manejable, con ese contraste bicolor entre las zonas que han estado expuestas y ocultas al sol o la simple luz; aunque un poco pandeado por los años y cierta humedad accidental, mi ejemplar "De la calle al estudio" es uno de los libros más queridos de mi biblioteca cachonda.

El cataloguito está no en el estudio donde se concentran la mayoría de mis "compañeros de letras" junto al escritorio en el que trabajo, sino en mi espacio más íntimo: en el pequeño librero frente a mi cama, un escenario de tantos gozos lúbricos que me han prodigado mis novios de entrada por salida (con y sin albur).

El ejemplar está bien avecinado con otras joyitas de papel como "La estatua de sal", el diario temprano del escritor y patriarca joto Salvador Novo, y otros volúmenes con desnudos masculinos como el que reúne los que tomó entre 1926 y 1932 el artista mexicano Luis Márquez Romay, inéditos hasta que fueron hallados fortuitamente en 1996 en una caja arrumbada durante casi dos décadas en el Archivo Fotográfico Manuel Toussaint del Instituto de Estéticas de la UNAM.

Tanta sofisticación librera de esta loca "culta" viene a cuento porque recordarás, lector fiel, que la semana pasada te compartí mi entusiasmo por "La parte más bella", la exposición que se abrió en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México con una generosa selección de las fotografías de desnudos de la colección de Pedro Slim, y te mencioné de pasadita el propio trabajo en ese tema del coleccionista, precisamente reunido en "De la calle al estudio".

Este título fue publicado por el Museo Universitario del Chopo en 1997 con motivo de la exposición que por primera vez hizo Pedro de sus fotografías, que muestran a jóvenes, contactados en la calle y llevados a la intimidad de su estudio para ser retratados con sólo unos jeans muy holgados o de plano luciendo lo que en no pocas ocasiones era su prodigioso instrumento de trabajo como "chichifos".

Se trata de muchachos -¿cómo decirlo sin sonar asquerosamente clasista (cosa que odio)?-, desfavorecidos y golpeados por la vida. Son morenos y delgaditos como me encantan, miran a la lente del fotógrafo con picardía, de manera tiernamente ingenua o de plano cabronzona, y sus cuerpos rudos, en algunos casos, no están exentos de marcas, incluso sobrecogedoras como en la imagen que abre el catálogo: con las manos en la cintura, el chico mira a la izquierda y presenta grandes morenotes en parte del torso, además de una larga gasa...

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