Nosotros los jotos / Cabalgando

AutorAntonio Bertrán

Dos cirujanos examinaban el asterisco de Juan Mule. Aunque más pertinente resultaría usar la imagen del cortachurros, porque la íntima revisión del muchacho de 14 años ocurría en España.

"Después de haber visto y mirado con mucho cuidado", Don Octavio Andrea, médico en la Almiranta Real, y su colega don Pedro de Cavanes, concluían que en ese ojo ciego no existían "señales de haberle entrado miembro natural".

El resultado coincidía con la conclusión a la que había llegado cuatro días antes el escribano Diego de Flores, quien tras un "concienzudo examen" afirmaba que le parecía imposible que Juanito hubiera cometido el pecado contra natura del que lo acusaban sus colegas marineros.

Resulta que la noche del 29 de mayo de 1698, el alférez Juan de Lima estaba cenando hacia las 9:30 de la noche en su camarote del barco Nuestra Señora del Carmen, que se hallaba anclado en el puerto de Cádiz en espera de zarpar a las tierras de América. A su puerta tocó el tripulante Pedro Juan Banjares para notificarle que en una de las hamacas o coys que se usaban como camas, había visto a Bartolomé Varres, de 23 años y apodado El Rubio, cometiendo el "pecado de sodomía" con el mozo italiano Juan Mule.

"¡Me cago en el putito!" o algo similar habrá exclamado el alférez antes de ordenar que el joven, alto y rubio, fuera prendido y encerrado. A la mañana siguiente subieron al barco don Alejandro Fita, cirujano mayor de la armada, y don Miguel Ibáñez, cirujano del buque San Ignacio, frente a los cuales el adolescente fue interrogando hasta que reconoció que El Rubio "le había estado cabalgando".

Además, Mule confesó que también había pecado de sodomía con otros tripulantes, como el cocinero Felipe Esmirna, quien siempre lo "cabalgaba por detrás" cuando se quedaba a dormir en su coy, lo cual ocurría con frecuencia.

Entonces el alférez hizo desnudar al chico frente a los médicos citados "para inspeccionar las partes externas del ano y vio que estaban ulceradas con unas úlceras sórdidas y callosas, lo cual era señal de que habían cometido con él muchas veces el pecado de sodomía por estar todo relajado".

Que Juanito estuviera guanguito y hubiera cantado que su pozo sin fondo era un parque de diversiones flotante, por extraña razón no fue suficiente para los jueces de la Casa de Contratación ante los que fue presentado su caso. Los severos señores ordenaron los otros dos registros que resultaron contradictorios.

Para salir de dudas, el tribunal decretó un nuevo...

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