Nosotros los jotos / Besos en el Día del Jotito

A Marco Flores le conocía el chile pero no lo había tenido entre mis brazos. Al ponerse de puntitas para estrecharme fuerte, de inmediato pensé en la feliz paradoja de que alguien tan fino y chaparrito tuviera el pistolón que exhibe en sus videos de Twitter (@marcojueputa).

Nuestro encuentro no pudo ser más significativo: ocurrió la tarde del pasado viernes, Día Internacional Contra la Homofobia cuando lo abordé al final de la sexta edición del Besotón LGBTI, que Marco organiza con visible cariño y gozo. Llegué pasadas las siete de la tarde, cuando amenazaba lluvia, a la calle Ángela Peralta, a un costado del Palacio de los Homenajes a Líderes Religiosos, perdón, de Bellas Artes. Ya había una multitud de jóvenes frente al templete en el que se pavoneaban, con micrófono en mano y decir cachondo, dos imponentes drag queens: Shayra y Deetox.

No creí poder acudir dado que tenía un acto previo en el Senado de la República (al que abajito me referiré), por lo que decliné la propuesta de mi querido Álex Castillo, director de METRO, para que yo escribiera la crónica de la edición del día. Pero la diosa Fortuna, tan jotera, empujó las situaciones y le puso alas a mi bicicleta, así que llegué y aquí estoy, aunque sea a destiempo, cumpliendo el honroso encargo.

También me movió el deseo de conseguir quien me hiciera la caridad de aliviar la resequedad de mis labios siempre maldicientes. Primero besé a una chava. ¡Sí, en plan lesbiana! Mariana tenía una boquita pintada de rojo y sostenía, junto con Gerardo, una cartulina fosforescente con una frase caritativa, entre dos corazones: "Se regalan BESOS".

La estaba fotografiando cuando Nadia -larga cabellera negra, ojazos igual de oscuros, labios también rojos- llegó y ¡sooobres, a comerle la lengua! Pasaban y pasaban los segundos, las jovencitas seguían fundidas, los mirones gritaban y silbaban a su alrededor... Una sonrisa nerviosa apareció en los rostros de ambas nomás separarse y se convirtió en carcajada cuando descubrieron que tenían el bilé corrido hasta la barbilla.

Emocionado de ver un acto tan dichoso, le di un beso a Mariana. Fue con efusión pero en el cachete porque la muchacha ya se retocaba el carmín y no quise volver a estropeárselo (je, je).

Giré buscando otra escena que retratar y me conmovió la mirada esquiva de un efebo color chocolate que mostraba una hoja de papel con la misma oferta besucona. "Ay, pero no a viejitas calientes", seguro que pensó viendo mis ojos deseosos de probar el...

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