Josefina Leroux / Menores sacrificados

AutorJosefina Leroux

De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), en los primeros cuatro meses de emergencia por Covid fueron asesinados 822 menores en el País, en promedio 7 por día.

Aunque Nuevo León no destaca por los números, los infanticidios se han dado y ameritan una reflexión. Recordemos a Jennifer, de 5 años, asesinada a golpes; a Ana Roberta, de 3 añitos, una pequeña notablemente desnutrida golpeada en la cabeza, de la que fueron encontrados sus restos en una bolsa en un lote baldío.

En la Ciudad de México, hace días tres niños fueron apuñalados en un conflicto familiar; una semana antes asesinaron a Héctor y Alan, niños mazahuas de 12 y 14 años, vendedores de dulces, quienes después fueron descuartizados.

Uno más, Alessandro, un adolescente de 14 años, aspirante a convertirse en profesional del futbol, fue secuestrado y hallado muerto dentro de una maleta.

La crueldad con que se realizan estos asesinatos dibujan el rostro deshumanizado de criminales que por razones vanas violan, matan, decapitan, descuartizan o transportan restos de niños en bolsas de basura o maletas.

Para el padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, "habría una innata inclinación del hombre hacia lo malo, a la agresión, a la destrucción y con ello también a la crueldad. En torno a esto, girarían distintas representaciones del mal, que cumplirían una función económica de descarga".

La agresión es innata en el ser humano, un mecanismo de defensa, pero la crueldad es un fenómeno de alienación cultural.

Hemos escuchado múltiples diagnósticos desde hace años sobre la ruptura del tejido social. La realidad actual muestra no sólo esta escisión, sino también la furia destructiva con la que actúan unos contra otros, revelador del odio y el sentimiento de omnipotencia que manda el mensaje de poder para destruir lo más valioso, la vida de los que más se aman.

Sin duda, los sacrificios infantiles son símbolo de un problema grave de salud mental que prolifera en nuestro País que ya no se asombra ni estremece.

Según Kristian Herbolzheimer, de Conciliation Resources, basta con traspasar un incierto umbral (de la violencia) para que se desate el poder latente en sociedades aparentemente anestesiadas (Razón Pública, Colombia, 2011).

Las marchas de padres de desaparecidos o de mujeres en contra de feminicidios nos hablan de un despertar ciudadano, pero no ha sido suficiente para detener la violencia, al contrario, las cifras siguen al...

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