José Woldenberg / 'Lo que el viento se llevó'

AutorJosé Woldenberg

Acaba el año. Es el tiempo de los buenos deseos. Un ritual circular que forja expectativas que serán defraudadas. Porque eso son las ilusiones, espejismos, dice el diccionario.

Entonces, quizá sea mejor volver la vista al pasado, una estación exenta de esperanza. Luego de varias décadas de ver pasar el tiempo, uno se da cuenta de que el inventario de las personas, objetos, rutinas, formas, modas, es cada vez más famélico.

"Todo lo sólido se desvanece en el aire", como escribiera Marx y lo reciclara Marshall Berman. Es la evidencia -como si hiciera falta- de que nada es para siempre.

Soy de una generación que ha visto pasar, como en una película en la que se suceden acontecimientos atropellados, las televisiones en blanco y negro que encendían lentamente, los automóviles que tenían shock y era menester calentarlos, los "pipiolos" de chocolate que rivalizaban con los "gansitos", los pentagonales o hexagonales en el estadio de Ciudad Universitaria en los que competían el Botafogo, el UDA Dukla, el San Lorenzo de Almagro, el Partizan de Yugoslavia (esta última murió descuartizada), lo mismo que el estadio del Seguro Social en el que jugaban los Diablos Rojos y los Tigres.

El Toreo de Cuatro Caminos y el Cordobés, el papel calca Pelikan, las máquinas de escribir eléctricas que duraron lo que un suspiro, el fax que facilitó las comunicaciones y fue sepultado inmediatamente, las elecciones en las cuales los ganadores y los perdedores se encontraban predeterminados, el dólar a 12.50 pesos, el twist, el ska jamaiquino, el jerk, ritmos que fueron novedad y se esfumaron en el éter.

El mundo bipolar, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la ciudadanía a partir de los 21 años, el "Club del Hogar" con Madaleno y Danielito Pérez Arcaraz, el Hotel Regis y sus bares de segunda (anunciados como si fueran de primera); Elvis Presley y Bill Haley y sus Cometas que son la prehistoria del rock and roll, "El Ratón" Macías y el "Toluco" López y Vicente Saldívar y Ultiminio Ramos y el Púas Olivares, espíritus que deambularon por la Coliseo y la México.

La minifalda, las patillas y los pantalones de campana, el Vocho que inundaba las calles, los cocodrilos y las cotorras, taxis multicolores de la Ciudad de México; la Guerra de Vietnam, el Teatro Fantástico de Cachirulo, las ocho columnas de los diarios -idénticas- que se publicaban por decreto, el nuevo cine mexicano, las "banderillas" (salchichas empanizadas que fueron moda culinaria), la irrupción de...

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