José Woldenberg / Estados Unidos en Iraq

AutorJosé Woldenberg

En un libro no muy nuevo, Tzvetan Todorov se preguntaba cuáles de los objetivos que explícitamente se había planteado el gobierno de Estados Unidos con la invasión a Iraq había cumplido. (El nuevo desorden mundial. Océano. Barcelona. 2003). Le tomaba la palabra al presidente Bush para juzgar en el propio horizonte de interés de Estados Unidos las consecuencias de dicha política. Así, según la administración norteamericana lo que se buscaba era: 1) derrocar a un dictador, 2) establecer un régimen democrático, 3) dar un fuerte golpe al terrorismo islámico, 4) reforzar la seguridad estadounidense y 5) generar condiciones para la paz en aquella región el mundo. Todos ellos, por supuesto, objetivos encomiables. (Todorov enumeraba y conscientemente dejaba fuera los móviles que otros le atribuían al gobierno de Bush: "apoderarse de las reservas de petróleo", "asegurarse la reelección", "probar el armamento y multiplicar el presupuesto militar" y hasta "demostrarle a su padre que era capaz de gobernar mejor que él").

Y encontraba (y hoy encontramos lo mismo) que salvo el primer objetivo (el derrocamiento de Hussein), ninguno de los otros se había logrado, y que por el contrario, estaban mucho más lejos de ser alcanzados. De tal suerte que en los propios términos enunciados por la administración Bush esa política había resultado un fracaso. Veamos.

Más que democracia en Iraq se vive una situación de desgobierno casi total. Escribió Todorov: "En Irak, el derrocamiento de la dictadura dejó un vacío de poder que el victorioso ejército estadounidense era incapaz de llenar... después vino un período de inseguridad y pillaje que agravó todavía más la situación de la población... (porque) hay algo todavía peor que un Estado malo, y es la ausencia de cualquier Estado. La anarquía es peor que la tiranía, ya que substituye la arbitrariedad de uno por la arbitrariedad de todos".

En vez de vencer al terrorismo, había creado un caldo de cultivo para su multiplicación. Millones de personas ven y viven la invasión como un acto injusto, desproporcionado, cuyas consecuencias inmediatas son la muerte y la destrucción. "La humillación, experimentada o imaginada, es la madre del fanatismo, y nada intensifica más el terrorismo que la combinación entre la voluntad de sacrificio y la difusión generalizada de la tecnología de la destrucción".

Por supuesto, ello no ayuda a robustecer la propia seguridad en Estados Unidos. Un "sentimiento difuso de hostilidad" crece contra...

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