José Woldenberg / España: unidad y diversidad

AutorJosé Woldenberg

Dos caras de España aparecieron con dramatismo y elocuencia en los últimos días. Dos caras que se conjugan y dan cuenta de uno de los fenómenos de modernización y construcción democrática más exitosos de las últimas décadas. Dos caras de un país que fue capaz de construir sus instituciones y relaciones políticas en respuesta a las nuevas pulsiones de una sociedad transformada, al tiempo que se integraba a Europa, hacía crecer su economía y abatía los enormes rezagos sociales que la marcaban. Se trata de la unidad en lo fundamental y de la diversidad política que se recrea y compite dentro de un marco institucional sólido y representativo.

  1. Unidad frente al terrorismo. Los sucesos del 11 de marzo volvieron a ilustrar, como si hiciera falta, el rostro demencial y asesino de todo terrorismo. Se trató de un acto planeado con toda alevosía y ventaja y cuyo resultado más contundente son 200 muertos y más de mil 400 heridos. Más allá y más acá de ideologías y elaboraciones de todo tipo, el resultado aplastante está a la vista: muertos y heridos. Y ante ellos, Gobierno y oposiciones, ciudadanos y medios de comunicación reaccionaron de manera ejemplar: con una condena sin mediaciones, inundando las calles y plazas de las principales ciudades de España y estableciendo un dique de contención a las pretensiones de los terroristas.

    Porque el terrorismo no es la extensión de la política por otros medios, sino la negación de la misma, la antípoda de la política. Si como quiere el profesor Bernard Crick, la política es "una manera de gobernar sociedades plurales sin violencia innecesaria" (En defensa de la política, Tusquets, IFE, 2001) el terrorismo es la violencia aplicada contra víctimas inocentes con el objetivo expreso de inyectar terror en la sociedad.

    El terrorismo no tiene siquiera el status de la violencia política -igualmente inaceptable en sociedades democráticas-, porque el primero no distingue sus "objetivos" (todos los miembros de una sociedad, sin excepciones, son víctimas potenciales), mientras la segunda por lo menos establece una diferencia entre la población civil y sus blancos políticos y/o militares. Es decir, el terrorismo desata una violencia indiscriminada contra personas y cosas buscando aterrorizar, convirtiéndose en la expresión del grado cero de la ética y la negación de la política como instrumento para hacer posible la convivencia de la diversidad.

    Por ello la reacción unánime, masiva, contundente, trascendiendo filiaciones...

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