José Woldenberg / Los Kovács

AutorJosé Woldenberg

A la mitad del relato de una historia de amor, un personaje de Sándor Márai le cuenta a su amigo: "Teníamos muchos juegos. Estaba el del señor Kovács, te lo explico para que entiendas lo que había entre nosotros. Teníamos que jugar en sociedad, cuando estuviéramos entre otros señores y señoras Kovács, y sin previo aviso, para que ellos no pudieran percibir nada ni sospechar del juego. ¿Qué le dice un señor Kovács a otro señor Kovács si el tema de conversación es la crisis del gobierno o el desbordamiento del Danubio, que se ha llevado por delante varios pueblos, o el divorcio de la famosa actriz, o el político de renombre, del que se ha sabido que obtuvo su fortuna a costa de las arcas públicas, o incluso el paladín de la moral, que se ha suicidado en una casa de citas? Pues el señor Kovács, en esos casos, refunfuña. A continuación dice: 'Así va el mundo, señor mío'. Y acto seguido suelta un tópico colosal, del estilo de 'una de las características del agua es que es húmeda'. O bien, 'una de las propiedades del pie humano es que se moja cuando uno se mete en el agua'. O dice 'o todo o nada, no lo dude'. Desde que el mundo es mundo, todos los señores y las señoras Kovács hablan así. Cuando el tren parte, ellos dicen; 'ha partido'. Y si el tren se detiene en Füzesabony, ellos, en un tono compungido y solemne, declaran; 'Füzesabony'. Y siempre tienen razón". (La mujer justa. Salamandra. Barcelona. 2005. p. 199-200).

El personaje de Márai asume una actitud irónica en torno a los Kovács, esos adalides del lugar común que se encuentran por doquier. Se trata de personas que explotan las fórmulas hechas que sirven para desatar una plática sin mayores complicaciones, una especie de arrullo del lenguaje que tiene como finalidad (explícita o implícita) congelar los temas y que las relaciones no sufran sorpresas que inyecten intranquilidad. Y por supuesto el personaje de la novela se siente superior a ellos.

No obstante, vale la pena no apresurarse. Todo aquel que vive en sociedad, en mayor o menor medida, utiliza las fórmulas de los Kovács. Es decir, acude al apacible lugar común, al analgésico del lenguaje, para vivir sin sobresaltos infinidad de relaciones sociales.

A usted o a mí nos presentan a una persona desagradable y por supuesto no emitimos un dictamen. Más bien, como los Kovács, decimos "mucho gusto". Nadie (o casi) le arroja cacahuates al hijo insoportable de los amigos, para indicar que se comporta como un chango, sino más bien le...

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