José Woldenberg / Iglesia y aborto

AutorJosé Woldenberg

El 24 de agosto, la televisión difundió un mensaje grabado y pagado (supongo) de la Conferencia del Episcopado Mexicano en contra de la despenalización del aborto en las primeras 12 semanas del embarazo. Decía entre otras cosas: "Los obispos deseamos compartir un mensaje... La defensa de un ser humano recién concebido debe acompañarse de la defensa de la dignidad de la mujer. Respetar el derecho a la vida se encuentra en la base de la auténtica democracia y del verdadero Estado de derecho...".

Se trata de un recurso para presionar a los ministros de la Corte que deben decidir si la norma aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal es constitucional o no. Como todo mundo sabe, se trata de un tema delicado y que genera una aguda polarización. Y en ese contexto la campaña de la Iglesia resulta imprudente. No porque no tenga derecho a opinar, no porque el asunto corresponda a las instituciones estatales que tienen competencia para ello, sino porque en materia de sexualidad y derechos (sobre todo de las mujeres), la Iglesia no parece poder sintonizarse con las nuevas realidades, y por el contrario sigue atada a consignas y dogmas a los cuales incluso muchos fieles difícilmente pueden atender.

La Suprema Corte tiene que decidir -repito- sobre la constitucionalidad o no del aborto durante las primeras 12 semanas del embarazo que aprobó la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y que ha permitido a miles de mujeres asumir la decisión de abortar en condiciones de atención suficientes como para no poner en riesgo su salud y su vida. Resulta justo, adecuado y razonable no perseguir, como si fueran criminales, a las mujeres que deciden abortar y a los médicos y enfermeras que las atienden. Nadie desea los abortos y nadie les hace publicidad. No obstante, y a pesar de que en los estados de la República sigue penalizado, cientos de mujeres acuden a ese expediente porque lo consideran superior a tener un hijo no deseado. Es entonces un problema de salud y sólo desde el fariseísmo se le puede conjurar penalizándolo.

Por supuesto que lo óptimo es que las mujeres y los hombres puedan tener acceso a los muy distintos métodos anticonceptivos como una forma eficiente de prevenir embarazos no deseados. Y en ese renglón deben y pueden jugar un papel muy relevante las escuelas, las instituciones de salud y los medios masivos de comunicación. Se requiere de grandes campañas publicitarias, de instrucción científica y de fácil acceso a los...

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