José Woldenberg / Fumar es un placer

AutorJosé Woldenberg

Dos son las razones fundamentales que se han repetido para intentar prohibir que en los recintos cerrados se pueda fumar: a) que produce daños a la salud y b) que afecta a terceros.

  1. Sólo los necios pueden afirmar que fumar resulta intrascendente. Está demostrado que afecta a la salud, específicamente al sistema respiratorio y puede producir cáncer o enfisema pulmonar. Pero ¿eso legitima que el Estado prohíba fumar? Mi respuesta es no.

    El Estado tiene el deber de alertar sobre los eventuales males que acarrea fumar, puede y debe desplegar intensas campañas informativas, puede y debe prohibir que se les vendan cigarros y puros a los menores de edad, puede y debe regular las campañas publicitarias; pero aunque puede, no debe, prohibir a los mayores de edad fumar. Se trata de una decisión personal e intransferible.

    La tutela estatal tiene límites y uno de ellos es la esfera de las libertades de los individuos, incluso si éstos se hacen daño a sí mismos.

    Fumar afecta la salud, pero los fumadores logran no pocas recompensas, entre ellas, el placer de aspirar el humo y la sensación apacible que ello produce. Deleite evanescente, efímero, adictivo, pero real. (Algo que no pueden entender los integristas del no tabaco o los apóstoles de la salud).

    Los tacos de pato son una inyección de colesterol directa a la sangre y nadie pretende suprimirlos; manejar una moto en la Ciudad de México puede ser la antesala de un grave accidente y ninguno intenta sacarlas de circulación.

    No son siquiera conductas irracionales porque los beneficios y estragos que causan se encuentran mezclados y son difíciles de discernir.

    "¿Me comporto de manera irracional si sigo fumando a pesar de saber que tengo un 0.3 de probabilidades de morir de un cáncer de pulmón? En efecto, mi comportamiento es irracional si he decidido que la prolongación de mi vida es el valor supremo al que están supeditados todos los demás valores y que no emprenderé ninguna acción que, con cierta probabilidad, acorte mi supuesta longevidad; por ejemplo, evitaré viajar en avión, conducir coches, escalar montañas, pasear por la calle, exponerme al estrés, entrar en conflictos, fundar una familia, no fundar una familia (lo uno y lo otro es igual de peligroso), visitar Nueva York o participar en la política, en guerras o en negocios... debería observar todas las reglas de la dietética, que cambian de año en año -no transcurre ni una semana sin que lea una nueva advertencia contra algún producto...

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