José Woldenberg / Ciudadanos

AutorJosé Woldenberg

Fui invitado a la FIL a presentar el libro coordinado por Enrique Florescano y José Ramón Cossío, Hacia una nación de ciudadanos (FCE Conaculta. 2014). Los siguientes son los primeros párrafos de lo que leí.

Los ciudadanos son una construcción histórica. La desembocadura de los esfuerzos por forjar sociedades igualitarias, libres y con participación social. No son entidades adánicas sino teóricamente los sujetos fundamentales de los regímenes democráticos. Portadores de derechos y obligaciones no son súbditos sino actores que de alguna manera pueden modular su propio destino (en un marco dado de limitaciones de todo tipo) e impactar e influir en la esfera del poder.

Hoy son también el sujeto esencial de un tipo de retórica antipolítica que los contrasta de manera radical con esos otros a los que llama políticos. Los primeros, los ciudadanos, no serían más que el manantial del que florecen todos los valores cívicos: honradez, solidaridad, trabajo, moralidad. Recuerdan al proletariado, el pueblo o la sociedad en oratorias de hace algunos años. Y los segundos, los políticos, no serían sino la encarnación del Mal, portadores de antivalores como la corrupción, la impericia, la tontería, la avidez. Esa operación demagógica todos los días encuentra asideros para retroalimentarse (actos de malversación de fondos, conflictos de interés, proyectos fracasados o inconclusos, declaraciones lamentables, etcétera), pero al crear dos campos escindidos, simplificados hasta la caricatura, resulta incapaz de leer y entender el complejo laberinto de la política democrática. Genera así un discurso aparentemente moralizador proclive a ensalzar a figuras redentoras -expresión de los auténticos anhelos de los ciudadanos- que no requieren de las tortuosas y complejas estructuras estatales para realizar sus ideales.

Por supuesto el libro que coordinan Florescano y Cossío no va por ahí. Es una muy útil baraja de textos para observar el fenómeno desde muy diversas perspectivas...

Como dicen los coordinadores, Estado de derecho y ciudadanía se retroalimentan. No puede existir el uno sin el otro. Y por ello vale la pena, como lo hace Fernando Escalante, rastrear las tradiciones de las que se nutre nuestra concepción actual de ciudadanía. Ya en su célebre conferencia de 1949, "Ciudadanía y clases sociales", T. H. Marshall hacía alusión a las tres dimensiones de la ciudadanía: civil, política y social; y a grosso modo establecía para Europa el avance de cada una de ellas...

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