José Woldenberg / La antipolítica

AutorJosé Woldenberg

Tenía que suceder. Es tal el desgaste en términos de opinión pública de los partidos y los políticos, que tenían que aparecer los discursos antipolíticos. El fenómeno no es nuevo. El Partido Verde Ecologista de México en algún momento lo explotó: "No votes por un político, vota por un ecologista", fue la consigna que le ayudó a abrirse paso y a lograr que franjas importantes de votantes le dieran su adhesión. En América Latina, Fujimori en Perú construyó su primera fama denostando a la vieja clase política y a las instituciones republicanas. Hugo Chávez en Venezuela emergió entre los escombros de los partidos políticos tradicionales. Cierto, esos sistemas de partidos se habían carcomido a sí mismos, pero el discurso antipolítico construyó realidades aún peores.

Ahora llama la atención que Jorge Castañeda, un político ilustrado, se sume y explote ese discurso. Mañana pueden ser más, insisto, porque la fama pública de partidos, políticos y cuerpos legislativos es cada día peor. Se trata de una reacción que explota un malestar bien implantado, pero cuyas consecuencias pueden ser más dañinas que lo que hoy observamos. Es decir, que el remedio puede resultar más grave que la enfermedad.

Por supuesto Castañeda, como cualquier otro, tiene derecho a perseguir la Presidencia de la República. Nadie debería escandalizarse por ello. La sociedad democrática supone que los ciudadanos tengan la posibilidad de buscar los más diversos cargos públicos. No obstante, el lenguaje antipolítico que ha empezado a utilizar, y que consiste en contraponer al político con el ciudadano y a los partidos con los "candidatos independientes", no solamente es maniqueo y falaz sino que presagia calamidades.

Contraponer a políticos y ciudadanos es una falacia casi evidente. Los políticos son ciudadanos, aunque por supuesto muy pocos ciudadanos son políticos. Pero en el momento en que un ciudadano es candidato a un puesto de elección popular u ocupa un cargo público se convierte en político. Y eso ha sido y es Castañeda. El lo sabe. Y por cierto, no tiene nada de malo.

La demonización de los políticos, que tan buena prensa tiene y a la que tanto ayuda la conducta de no pocos de ellos, es un recurso fácil que olvida intencionadamente que la política y los políticos no pueden ser exorcizados. Que la política y sus agentes son necesarios para la vida en común, para que la diversidad de opciones pueda tener cauce, y para que, en fin, el gobierno de una sociedad compleja pueda ser...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR