José Woldenberg / 'Dfensor'

AutorJosé Woldenberg

La vigencia de los derechos humanos debería ser el piso de la convivencia social. Sin ellos, lo que aparece es una selva donde priva la ley del más fuerte. Se trata de la construcción civilizatoria más ambiciosa, porque pretende, nada más y nada menos, que todos los hombres sean iguales en dignidad y en derechos. No obstante, su respeto irrestricto sigue siendo más una aspiración que una realidad, más una prescripción que un hecho. Están recogidos en las normas y en ese terreno solo algunos excéntricos los combaten. Pero de ese "deber ser" a lo que realmente "es" hay un trecho que no hemos acabado de cursar. De ahí la necesidad de velar de manera permanente porque los derechos no sean solamente norma o aspiración sino ejercicio cotidiano, incluso rutinario.

En esa labor es donde debe enmarcarse el horizonte de Dfensor, la revista que publica la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, que cumple 10 años. Una revista que, como ha escrito Luis González Placencia, "busca oponer el paradigma de los derechos humanos a las jerarquías y desigualdades consolidadas". Así, sus campos resultan vastos. Desde la defensa de los derechos de los homosexuales hasta el combate a los "usos y costumbres" que atentan contra la dignidad de las mujeres, desde la tutela de la libertad de expresión hasta la denuncia de la discriminación por cualquier motivo, desde los llamados de atención sobre la vida que llevan los presos hasta los justos reclamos que ponen en acto las miles de personas discapacitadas. Se trata de un minilistado, sin orden ni concierto, que sólo trata de ilustrar lo extenso y diversificado de la agenda de la revista y de la propia Comisión.

El mayor obstáculo -después de las marcadas desigualdades socioeconómicas- con el que topa cualquier intento por forjar una sociedad de hombres y mujeres iguales en derechos suele ser la construcción de un "nosotros" y de un "los otros" que agrupa y escinde, que cohesiona y expulsa, y con los que vivimos día a día. Ese nosotros que se vuelve un manto protector, un cemento integrador para aquellos a los que incluye, pero que al mismo tiempo excluye, segrega y, en ocasiones, acosa, persigue, a los que quedan afuera. Hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, católicos y protestantes, mexicanos y extranjeros, mestizos e indígenas (y sígale usted) hacen alusión a grupos humanos diferenciados. Existen. No son una invención. Pero cuando a la diferencia -que nos enriquece- se le atribuyen una serie...

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