José María Murià / El repunte cubano

AutorJosé María Murià

Durante los años ochenta, por mis funciones en la Secretaría de Relaciones Exteriores, viajé tres o cuatro veces por año a la isla de Cuba. A pesar del carácter oficial de mi viaje y de las tentaciones difíciles de resistir de las comodidades inherentes, creo que alcancé a ponderar con cierta objetividad los pros y contras de la Revolución cubana, cuando ya pasaba de dos décadas de la caída de Fulgencio Batista. Era mucho lo que había logrado para los de mero abajo; eran pocos los alicientes materiales que proporcionaba a los "de en medio" y nada a los de mero arriba, entre otras cosas, porque ya se habían ido todos.

En aquel tiempo, si uno viajaba a Estados Unidos le preguntaban al regreso "¿qué compraste?" Al regresar de Cuba la pregunta más frecuente era "¿cómo están?" En su mayoría, nuestros conciudadanos esperaban la respuesta "mal" y a partir de ahí una letanía de experiencias que lo demostraran. De no ser así, los comentarios del viajero carecían de interés o eran motivo de réplica: la mayoría de los interlocutores no admitían la ponderación. De hecho, siempre he tenido la sensación de que la mayoría de los turistas mexicanos que han ido a esa isla lo han hecho con el interés primordial de acumular información en contra de su régimen. Bien claro queda, en este caso, que la mayoría de los seres humanos no admiten medias tintas.

Durante los años noventa y los primeros de este nuevo milenio fueron pocas las veces que fui: tres o cuatro. Siempre regresé con la sensación de que las cosas más bien tendían a empeorar. Tal vez mi apreciación fue certera, pues fueron los años que los cubanos mismos denominaron "periodo especial", después de la disolución de la Unión Soviética.

Diversas circunstancias estrictamente académicas me llevaron tres veces a Cuba al declinar el año pasado y, desde la primera, me pareció percibir una aguzada mejoría desde mi ya remota última visita. No eché, por supuesto, las campanas al vuelo, en virtud de que la perspectiva de un viajero suele ser muy limitada y tiende a veces a hablar de la feria estrictamente como le va en ella. Pero sí era sintomático que la sensación hubiese sido la misma las tres veces. Se percibía mayor flexibilidad, había muchas novedades materiales gratas, habían desaparecido muchas limitaciones y, sobre todo, La Habana se veía en condiciones mucho mejores que antaño, ello sin hacer referencia al casco histórico, en el cual la mejoría era más que evidente.

Síntoma y razón perceptible de...

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