José María Murià/ Los huicholes liberados

AutorJosé María Murià

A la sierra de los huicholes no llegan las bondades de la civilización. La región resulta estar muy lejos para llevar el agua potable entubada, el drenaje, la electricidad, las escuelas y los centros de salud. Antes bien, las pocas veces en que la civilización se deja sentir, algún daño les habrá de llevar. Tal es el caso del peso de la ley que blancos y mestizos tienen y usan a su conveniencia.

Para proteger a esas comunidades de las invasiones y agresiones de los ganaderos nayaritas, el tiempo pasa lentamente sin que algo se resuelva. Pero para hallar culpables de la muerte de un reportero tejano, la movilización fue rápida, eficaz y contundente: en menos de lo que canta un gallo, la Embajada de los Estados Unidos había quedado satisfecha. Por su parte, el Presidente Zedillo se aliviaba del temor de que los tales indios le echaran a perder su buena relación con los gringos y la posibilidad de conseguir de ellos una buena chamba postpresidencial y, entre nosotros, lo mejor de la sociedad tapatía hizo gala de su "criollismo", denostando la existencia de tales comunidades y el respeto que algunos mexicanos les tenemos.

La Comisión Estatal de Derechos Humanos, por su parte, se hizo "guaje". El tema de los indios no parecía estar en su horizonte.

Pasa el tiempo con los dos huicholes presos en pésimas condiciones en la cárcel de Colotlán. Cambia el sexenio y sobreviene la novedad de que las investigaciones del caso exoneran a los acusados del asesinato por el que fueron privados de su libertad durante casi tres años.

Ahora resulta claro lo que en MURAL ya se dijo dos veces desde principios de 1999 (14 de enero y 5 de febrero): que el susodicho estadounidense iba pasado de copas y todo lo demás. Parece que traía un cruzado mejor que el de curado de guayaba. Tal vez así se explica la profanación que cometió en el hogar, en la persona y en las mujeres de Miguel Hernández de la Cruz, mismas que sí explican que éste último lo agrediera, a pesar de su tamaño insignificante, frente a la corpulencia del sajón.

Imposible resulta entender el...

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