José María Murià / Y los gringos no pasaron

AutorJosé María Murià

A Mario Ortiz Villacorta, con gratitud de discípulo.

Unos 20 mil soldados norteamericanos se apostaron a principios de 1942 muy cerquita de Tijuana, en la carretera 101, que corre por la costa del Pacífico estadounidense, en espera de la orden de avanzar hacia México, cruzar la frontera e instalarse en la Península de Baja California.

El argumento era proteger esa tierra de una posible invasión japonesa. La razón de fondo: establecerse militarmente ahí quién sabe hasta cuándo...

No faltaron mexicanos que lo vieron con buenos ojos. Era gente hecha de la misma madera roñosa de quienes ahora están haciendo todo lo posible para entregar la explotación del petróleo a los extranjeros.

Pero en Tijuana, a comienzos de 1942, toparon con pared. En este caso fue el recién nombrado Comandante de la Zona Militar del Pacífico quien supo marcarles el alto; pero con seguridad que las cosas hubieran sido de otro modo, si no hubiera echado mano de un elemento con el cual no parecía contar el general estadunidense John L. De Witt, quien estaba a cargo del operativo invasor. Soldados mexicanos había pocos: apenas el 24 Batallón de Infantería, pero había una población dispuesta a demostrar cuán falsa es la suposición de que los tijuanenses carecen de mexicanidad.

La primera entrevista de los comandantes de ambos países, celebrada el 20 de enero en lo que había sido durante siete años el Casino de Agua Caliente -propiedad de estadunidenses- hasta 1935, y convertido en escuela de educación media en 1939, fue meramente protocolaria, regida por la coincidencia en el repudio por las intenciones de los países totalitarios. Posteriormente se encontrarían las comisiones respectivas.

Primeramente se fracasó porque no se entendían. Ni unos hablaban bien inglés, ni los otros español... Después de que descubrieron que uno de cada lado hablaba más o menos el francés, empezaron a ver claro, pero se entendieron menos. Finalmente trajeron traductores expertos y la relación empeoró. Unos, necios en pasar y otros, empecinados en que de ninguna manera.

Finalmente sobrevinieron los insultos, gritos y sombrerazos y la conclusión del general estadunidense de que, en cuanto pasara él la frontera...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR