José Luis Lezama / Facturas políticas

AutorJosé Luis Lezama

Llegar al poder endeudado políticamente no es algo inusual en México y en el resto del mundo. Tampoco lo es la llegada a la Presidencia en un proceso altamente cuestionado. El Presidente de Estados Unidos resultó vencedor, no sólo en uno, sino en dos procesos electorales sumamente controvertidos. Felipe Calderón ha sido visto por esa circunstancia como un Presidente supuestamente débil, con un margen de maniobra aparentemente estrecho, vulnerable a los grupos de presión, especialmente a aquellos a quienes debe la Presidencia. Además de a sus electores, se la debe tanto a quienes financiaron su campaña y a quienes elaboraron y pusieron en práctica la estrategia mediática que creó el estado de ánimo social requerido para la obtención del triunfo y la legitimación, como a los operadores políticos que se ocuparon de los distintos momentos y aspectos del proceso electoral.

Podría, si se lo planteara, deslindarse de distintas maneras y en distintos grados de los grupos de presión a quienes se debe. Intentarlo, al menos, depende de voluntad política. No obstante, aun con voluntad, existirían ciertos nexos, ciertas deudas de las cuales no podría desmarcarse sin peligro de exponerse a grupos poderosos que atacándolo o abandonándolo a su suerte lo exhibirían en toda su debilidad. Hoy día es demasiado pronto para saber si existe voluntad política y en qué grado para asumir las medidas que le permitirían gobernar y al mismo tiempo legitimarse en el poder. La legitimidad no vendrá del cumplimiento de los compromisos con los grandes grupos económicos que lo llevaron al poder. Éstos no esperarán demasiado y tampoco le condonarán la deuda política. Para estos grupos un Presidente puede buscar su legitimidad con las medidas que quiera. Puede jugar a saldar parte de la deuda social y congraciarse con los pobres mediante una agresiva política social. Pero esto sólo será aceptable para los grupos del poder si no contraviene o atrasa el pago de sus propias facturas. Podría, si ese fuera su interés, apelar a la base de toda legitimidad, la ciudadanía, y, al amparo de la investidura presidencial, desmarcarse de los intereses económicos más beligerantes, planteándose un gobierno más cercano a las mayorías y con un mayor compromiso con la justicia social. No existen indicios empíricos ni lógicos para pensar que el Presidente vaya a optar por ese camino. Ninguno de estos grupos que lo apoyaron lo hizo por razones filantrópicas, por simpatía personal o por una...

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