José Luis Lezama / Alerta sísmica animal

AutorJosé Luis Lezama

El relato, fábula tal vez, atribuido a Diódoro Siculus, historiador griego del mundo antiguo quien se sabe vivió en la primera centuria antes de Cristo, nos dice que, días antes de que la ciudad griega de Hélice fuera sacudida por un devastador terremoto nocturno y que fuera tragada por las desenfrenadas olas del mar, los animales que habitaban la ciudad, como presintiendo la cercanía del fin del mundo, iniciaron una fuga masiva que les permitió escapar de la muerte y evitar la suerte de los habitantes humanos quienes, igual que la ciudad, fueron borrados de la faz de la tierra.

El pasado martes 23 de agosto, la Costa Este de Estados Unidos fue sacudida por un inusual temblor de 5.8 grados en la escala Richter, cuyo epicentro fue localizado seis kilómetros debajo de las montañas del estado de Virginia, zona que no reporta un historial de grandes movimientos telúricos. El temblor previo más importante en el área ocurrió en 1875 y fue de 4.8 grados. El último gran temblor registrado en toda la Costa Este tuvo lugar en el estado de Nueva York, en 1944 y fue de 5.8 grados.

Antes de que fuera detectado por los sofisticados sismógrafos de la Geological Survey de Estados Unidos y de que los principales edificios, asientos del poder político y económico en Washington y Wall Street, así como en el resto de las ciudades de la Costa

Este, fueran evacuados y miles de sus ocupantes entraran en estado de pánico, los mejores equipados y más efectivos sentidos de los animales del Zoológico Nacional de Washington anunciaron la cercanía del temblor, llegando incluso uno de ellos a activar las alarmas del zoológico.

La descripción de las conductas de los animales, brindada por los custodios del zoológico de Washington, no deja lugar a dudas al detallar con precisión sus comportamientos, ruidos, movimientos, actitudes, los cuales parecían un claro indicador de que algo extraño, amenazante, estaba a punto de ocurrir. Quince minutos antes del temblor los lémures rojos acollarados, especie de primates originarios del Este de Madagascar, sonaron la alarma de voz y lo volvieron a hacer al concluir el fenómeno sísmico.

Entre cinco a 10 minutos antes de iniciado el evento, los gorilas Kyle y Kojo dejaron de comer y buscaron refugio. Tres segundos antes la gorila Mandara lanzó un chillido, buscó a su bebé Kibibi, lo tomó en sus brazos y subió a una estructura que tenía la forma de árbol para buscar protección. Las serpientes se retorcieron, los 64 flamingos se...

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